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¿ Hacemos un "simpa" ?

¿ Hacemos un "simpa" ?


 
A las dos de la mañana, a punto de conciliar el sueño, recibo un SMS: “Somos lo peor de lo peor y encima unas delincuentes”. No respondo.

Hasta hace unos cuatro meses sólo había hecho un “simpa” (irse sin pagar de un establecimiento) en toda mi vida, y llegaba sólo a la categoría de intento.

Antes de seguir, tengo que decir que es algo que me parece muy mal, y en muchas ocasiones me he negado a hacerlo (más por acojonada que por íntegra, - como robar en El Corte Inglés - , pero también es cierto que me parece muy mal).

En realidad sé que no es buena idea escribir estas cosas y menos mostrarlas al público, pero la verdad es que no me importa, mi blog es libre en sí mismo y no tiene pretensiones, y a mí me da igual todo (casi todo).

Mi primer simpa:

Tuvo su gracia. Fue hace muchos años, diez o así, durante la Feria de Almería.
Estábamos un grupo de gente bastante grande, al final unas doce o quince personas, en un bar de tapas completamente abarrotado, imaginad, en plena feria del centro. Lo típico de las ferias, nos encontrábamos con conocidos y el grupo fue aumentando. Durante nuestra estancia en aquel bar pedimos unas tres rondas de tapas y cañas para todos. No recuerdo bien de quién partió la idea del simpa, pero rápidamente tuvo seguidores, y nos fuimos diciendo unos a otros al oído el plan: ir saliendo de uno en uno, disimuladamente, aprovechando el tumulto, y encontrarnos a la vuelta de la esquina. En cualquier caso, llegó un momento en que no era posible la disidencia, porque gran parte del grupo ya había desaparecido. Entre los conocidos que se nos habían añadido se encontraba la prima de uno, que habiendo llegado mucho más tarde, y en un estado etílico considerablemente menor, no se había coscado de la operación. Yo fui de las últimas en salir y presencié el fracaso. La chica se quedó clavada. Se escuchó: “corre, corre”, pero la chica no se movía del bar, perpleja, sin entender qué sucedía. Al ver que los últimos rezagados, que venían tras de mí, corrían, yo corrí también, pero justo antes de volver la esquina pudimos ver al dueño del bar, puede que alarmado por los “corre, corre”, no lo sabemos, conversando con la chica. No podíamos dejarla cargar con el marrón, así que algunos de nosotros volvimos, haciéndonos los despistados y diciendo “yo creí que ya habían pagado”.

Quizá debido a este primer y estrepitoso fracaso, durante muchos años después de eso no me pareció buena idea hacer un “simpa”.

Si en este tiempo alguna otra vez me he ido sin pagar, que no lo recuerdo, pero no me extrañaría, sería por puro despiste o confusión.


Simpa Dos:

Je, aquí triunfamos. No fue premeditado. Ahora que lo pienso, dudo que la mayoría de ellos lo sea, sólo los de los muy profesionales; yo creo que es más bien fruto del transcurrir de los hechos, normalmente acompañados de ingesta de alcohol, que hace que disminuya tanto la integridad como la sensación de peligro.

Éste sí que fue un “simpa” en toda regla, ya que te pones hazlo bien.
Salimos del cine, mi amigo, mi amiga y yo (claro, aquí sí que no se pueden dar nombres, ni links). Nos fuimos a un local muy de moda, de los de sofá y diseño, principalmente porque estaba allí al lado. Felices, nos pedimos un mojito, mientras comentábamos la película. Más felices aún, jugamos a “entrevistas ficticias”, simulando que el sofá pertenecía a un plató de televisión y nosotros éramos presentadores y estrellas del porno. Partiéndonos de la risa pedimos un segundo mojito, y otro más.
Entonces nos percatamos de que los mojitos costaban ¡ocho euros!. No terminamos de ajustar los cálculos, pero tuvimos la impresión de que era posible que, ni siquiera juntando el dinero que llevábamos entre todos, nos llegara para pagar la cuenta, y desde luego olvídate de continuar la noche. Una va de expedición a la planta baja, donde están los baños, porque nos parece recordar que había una salida por allí, pero está cerrada. La barra pilla lejos, y la puerta muy cerca de donde estamos sentados, sería cuestión de encontrar el momento en que alguno de los clientes tapara el campo de visión de la camarera. Hacemos el plan, le damos mil vueltas, otro sale a la calle a ver cómo es, vuelve y nos lo cuenta. Pensamos en separarnos una vez en la calle y confundirnos con los transeúntes, el local está oscuro, es posible que la camarera no nos recuerde bien, y si sale a la calle buscará a tres personas, será difícil que nos recuerde por separado, de pie y de espaldas. No nos terminamos de poner de acuerdo hacia dónde debe ir cada uno ni dónde debemos reunirnos una vez completada la huida, cuando el local repentinamente se empieza a llenar, llega un grupo numeroso de gente, y ocupadas todas las mesas como estaban, se dedican a pedir masivamente en la barra. Es nuestra ocasión, si esperamos a que se recompongan, la perdemos. Sin pensarlo dos veces cogemos la puerta. Caminamos, paso apresurado, hasta el final de la calle, que está cerca. Al tomar la esquina, todos echamos a correr. Me separo de mis compañeros y al volver a torcer otra esquina, me calmo, me suelto el pelo y comienzo a caminar tranquilamente. Chute de adrenalina: el corazón se me sale del pecho, al tiempo que me invade una extraña sensación de felicidad. No sé qué ha sido de mis compañeros, y lo peor es que, al no haber terminado de concretar el plan, no sé dónde debemos volver a encontrarnos. Nos llamamos por teléfono y al final, no sin esfuerzo, volvemos a reunirnos. Todo salió bien.
Nos fuimos a una champañería a celebrarlo.

Simpa Tres:

Toda la vida sin hacer simpas y en un solo día “cometo” dos.

Fue el otro día, el jueves: Habíamos almorzado pronto, y a media tarde yo, que estaba especialmente caprichosa, tenía hambre otra vez. Entramos en un bar tipo delicatessen, de los de mostrador de carnicería en la entrada y mesas con forma de barril. La edad media de los habituales era relativamente elevada, yo siempre digo que eso es buena señal, que se trata de gente que lleva mucho en el negocio y sabe adonde ir. Mucho polito rosa y flequillos repeinados hacia un lado, pero nosotras vamos a lo nuestro. Nos pedimos unas cañas, que en ese lugar siempre van acompañadas de una buena tapa de queso. No satisfecha con eso, quiero algo más, por lo que me pido una tosta, de jamón y salmorejo. Otra caña. El jamón me encanta y me pido un tabla entera, del bueno, del ibérico. Otra caña. Sigo caprichosa, con un hambre anormal, y ya que estamos, un día es un día, quiero un postre, tarta de queso con limón. Satisfecha, me tomo otra caña, con su tapa, siempre la tapa.
Bueno, tampoco fe un simpa propiamente dicho, fue con toda la complicidad de la camarera, algo inexplicable:
Al tiempo de pedir la última caña se nos acerca la camarera que nos ha atendido toda la tarde (los platos aún sobre el barril/mesa) y nos dice, sonriendo: “Chicas, ha habido un problema, se nos ha perdido vuestra cuenta”. “¿Entonces?”. “Entonces no tenéis que pagar nada”. Pregunto yo, tonta de mí, e incrédula, mirando las cañas que acaban de depositar sus manos sobre la mesa: “¿Y esto?”, y ella, casi molesta: “Bueno, pues pagad esto nada más”.
No nos lo podemos creer. A la hora de pagar nos levantamos, ha anochecido, el local se ha llenado de gente y la camarera, ocupada, no nos hace ni caso.
Decidimos que nos íbamos sin pagar nada, que era el verdadero deseo de la camarera, pero nos quedó una mezcla de incredulidad y remordimiento, y nos pareció casi un simpa. Desconocemos las razones de la camarera para invitar así a dos desconocidas. Era fácil calcular qué nos habíamos tomado con sólo mirar la mesa. La cuenta hubiera supuesto un dineral.
De todas formas no pensábamos volver a ese local. Se comía bien, pero como en tantos, y la clientela era demasiado pija.

Simpa Cuatro:

Sin poder creer nuestra suerte, y un poco achispadas, decidimos tomarnos la última, como fin de fiestas. Pensamos ir al Chesterfield, local tipo cervecería americana, en el que suele haber actuaciones. No lo encontrábamos, por lo que decidimos meternos en el primer lugar que pillásemos. Pasamos por un “cocktail bar” en el que también ponen comida, con terraza, y pensamos en un mojito. Era un sitio bastante pretencioso, de grandes cristaleras y neones, mobiliario de diseño, carpa blanca en mitad de la calle y sillas diferentes a las habituales de terraza, todo en blanco.
A nuestro lado está sentado un americano obeso que da cuenta de un costillar. Las otras clientes son dos chicas americanas jóvenes que también toman mojitos. Hace un poco de frío y viento en la terraza y no nos convence el local. Tardan un cuarto de hora en atendernos, a pesar de que apenas hay clientes (camareros de verano, pensamos). Una vez hecha la petición tardan otro buen rato, excesivo a todas luces, en traernos las copas. Una vez que nos las traen, descubrimos que los mojitos están asquerosos. Las americanas se las ven y se las desean para que les atiendan y les traigan la vuelta de la cuenta, y nos dejan a solas con el americano, que se ha pedido un postre, que riega abundantemente con vino. Pedimos la cuenta, pero pasado un cuarto de hora no viene nadie. Ni siquiera podemos hacer contacto visual con el camarero, porque el local, a pesar de ser de cristaleras, tiene doble piso, y la barra está en el segundo. La única posibilidad sería entrar a pagar al local. El capítulo mojito nos está resultando eterno. En ese momento descubrimos que el americano, que lleva esperando tanto tiempo como nosotras para pedir la cuenta, ni corto ni perezoso, se levanta y se larga. Nos miramos estupefactas, y casi al unísono, llegamos a la misma conclusión: “¡vámonos nosotras también!”. Tomamos la calle en la misma dirección que había tomado el americano. Ahora me doy cuenta de que era un error, porque el tramo de calle contrario era más corto, pero en el momento nos pareció lo mejor. De pronto miramos y el americano ha desaparecido. Ni idea de su paradero, un misterio. Se metería en un edificio, en un coche o cogería un taxi. Andamos deprisa, somos conscientes de que el camarero puede salir en cualquier momento porque ya estaba tardando mucho. La calle se hace eterna. Y cuando pensamos que ya llegábamos a la esquina, oh sorpresa, no es esquina, sino un edificio que se mete ligeramente porque tiene una especie de porche. En realidad estamos todavía a mitad de la calle. No quiero volver la cabeza porque eso es delatarse directamente. Ahora sí que se nos hace eterna la calle, buscamos un portal, cualquier rincón, lo que sea, pero nada, la única salida es seguir adelante. Ahora nos hemos distanciado la una de la otra, como si no nos conociésemos, pero es una medida un tanto estúpida porque somos las dos únicas personas de la calle. Por fin llegamos a la esquina, podemos volvernos a mirar y allí no se veía a nadie. Exceso de adrenalina. Decidimos ir a celebrarlo a un bar de tapas normal, y cenar algo (como si no hubiésemos comido lo suficiente a lo largo del día). Nos pedimos otras dos cañas, unas croquetas y unos huevos rotos. Mi amiga insinúa volver a irnos sin pagar, pero cuando ya están cerrando un bar es un poco difícil, y de todas formas es mejor cortar los vicios a tiempo.

A dormir

(Para la baby) 

Una canción infantil, “We all stand together”, de Paul McCartney, que va acompañada de un vídeo de animación muy logrado: 

 



Igual alguno la recuerda.

 

Ahora, a dormir, la siesta, la noche, la cabezada en el sofá, a dormir.

 

En Espera

A la espera de escribir el post de los simpas prometido (tú verás que se me pasa la vez) y otros pocos que continúan en el horno, y atacada y atascada por un resfriado repentino que me ha dejado lacia, lacia, lacia… y desganada, y que amenaza con joderme la semana que se avecina,

me limito a reproducir piezas sueltas que he encontrado por internet,

un "cuadro":

 


"Will o’ the Wisps", de Cornelia Yoder



y un texto breve:

Ella está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar.

 

"Palabras Andantes" de Eduardo Galeano ( Uruguay, 1940 )

Comics en la red

Comics en la red

Me gustan los comics, los comics por internet y los comics sobre internet.

De tarde en tarde me paso por algunos, a otros estoy suscrita.

Para un@s bloguer@s que me conozco:
Don't Drink and Blog

Tenía yo una página con los mejores comics por internet y no la encuentro. Qué rabia me dan estas cosas.

Mi favorito en español, sobre los que tratan las nuevas tecnologías, es el de Mauro Entrialgo , conocido por sus tiras en El País.

Hay sobre todo en inglés, pero de éstos prefiero las tiras cómicas breves. La verdad es que el inglés, si es muy de seguido, a veces me da pereza.

Páginas interesantes:
Tira cómica ecologista donde el protagonista es Rustle , una hoja. (No es que sean la hostia de graciosos pero son monos).
Comics.com
Gocomics.com
y los Non Sequitur:



Mi favorito viene siendo Blaugh:

At a Loss for Words

Blogging Fodder

Good Quality Pet Blogging

Vowing Wedding Favors



El bote de Ikea

¿Quién no ha visto este bote de cocina antes?



No quiero entrar en la pesadilla en que se puede convertir ir a Ikea: siempre échale -mínimo- tres horas más que el tiempo estimado, y nunca el dinero previsto, además de ese cargar cajas del almacén y ese móntelo usted mismo. No quiero revivirlo, y ya Brixta escribió un post al respecto.
(Mira que he prometido veces no ir más a Ikea, y vuelvo, vuelvo…).

La presencia del bote de cocina (“escurrecubiertos”) allí donde voy es alucinante. Lo tienen mi hermana, mi madre, mi amigo J., y yo misma, repetido además. Todos de lugares distintos y comprado independientemente de los demás. Y mucha más gente.
Eso me ha dado que pensar sobre la incursión de Ikea en nuestra vida cotidiana y el hecho sorprendente de que sus muebles se encuentran en casi todas partes del mundo, incluidos lugares muy distantes de las tiendas de la marca. Incluso te da conversación con gente de culturas muy diferentes, distiende. La misma mesita que yo tenía en Bélgica se puede encontrar, y muy fácilmente, en NuevaYork o Tokio, en Sevilla y en Alcorcón.
Cuando estuve en Marruecos descubrí que no había Ikea, pero se habían inventado “Kitea”. Ya les llegará, todo llega.

No sé los números de venta de cada producto de Ikea, pero aquí he establecido un ranking de los productos más populares (esos que te tropiezas una y otra vez, vayas donde vayas), según me ha parecido a mí:

Número 1:
El bote. Escurrecubiertos, llamado ORDNING, 4,99 €
(El bote de cocina es objetivamente caro, a pesar de ser de metal, –botes en los chinos los hay a un euro-, pero muy aparente, y por esa cantidad de dinero, que casi todos nos podemos consentir como capricho, consigues un objeto en tu cocina que parece “algo”, ésa es mi conclusión). -marujeando-

Número 2:

Mesa LACK, 9,99 €

Número 3:

Taburete FRITIOF 3,99 €



Conversación entre mi hermana y yo, en el piso que ella acaba de alquilar:

Iwi: Aquí también tienen el bote de Ikea.
Hermana de Iwi: (silencio, pasa de Iwi).
Iwi, (con ganas de charla): ¿Tú crees que Ikea acabará conquistando el mundo?
H: Ya lo ha conquistado.
I: Pero más, que sólo se puedan comprar muebles de Ikea.
H: Puede. (…) Están construyendo la tienda de Málaga.
I: Y acaban de abrir otra en Madrid, en Vallecas.
(…)
I: Da un rollo comunista, soviético, todos con los mismos muebles.
H: Sí.
I: Pero éstos son más o menos bonitos, modernos. Sería parecido a lo que pasaba con los muebles de la España de la posguerra, todos iguales, porque había autarquía y no se podía otra cosa, y ésos sí que eran feos, de abuela.
H: En realidad Ikea lo que hace es copiar, copiar de Hábitat, de Roche-Bobois, que es internacional…
I: ¿No se pasará de moda comprar en Ikea?
H: No, porque ellos se van adaptando a lo nuevo que sale. Por ejemplo, ahora se lleva el look “tatoo”, lo irregular, la similitud con plantas, y hacen así los jarrones, los cojines, las cortinas… Siempre van un poco por detrás, pero lo suficiente para que la gente compre. Y su triunfo mundial es por la globalización, y la globalización no va a ir para atrás.
I: Llegará a ser cutre tener muebles de Ikea.
H: Ya lo es, pero todo el mundo los tiene.
I: Pero es cutre.
H: Sí, ahora lo que se ve en las revistas de decoración es “tal mueble hecho por el carpintero del pueblo”. Se valora lo único, original, lo caro de hacer.
I: En realidad eso no tendría por qué ser tan malo, quizá no. Me refiero a todos con los mismos muebles. Por ejemplo, si las lámparas las hacen en Marruecos, ¿no es mejor, medioambientalmente hablando, que se concentre toda la producción en una sola fábrica, en vez de tener, por ejemplo, sesenta fábricas? Aparte del tema del transporte, si eso no fuera el problema.
H: Sí, pero es que se van a países donde no hay leyes de protección de los trabajadores, y además se quedarían en paro los de las otras cincuenta y nueve fábricas.
I: Pero aparte de los trabajadores, medioambientalmente hablando.
H: Se van a países donde las leyes medioambientales son muy permisivas.
I: Vale.

Víboras

(Bonito y sugerente título, podría escribir de cualquier cosa -incluso persona-, pero voy a hacerlo de eso, de víboras, de serpientes, ese animal que tanto respeto, curiosidad y temor, a partes iguales, nos causa a los humanos, tanto que hasta las escrituras hablan de él y en casi todas las mitologías se encuentra, en algunas mejor parado que en otras).

El post me ha salido un pelín largo, pero así os entretenéis, que está la blogoesfera floja ahora en agosto (menos Curro, que está empezando y lo ha pillado con ganas –normal-, y escribe crónicas frecuentes sobre ese maravilloso y mágico país que es Escocia).

Bueno, a lo que íbamos:

Comentaba Salarino , sobre el post anterior, que había plaga de ratoncillos en Castilla (que el vino no se convierta en artículo de lujo, por favor, no más de lo que es ahora). Yo le contestaba que tenía la teoría de que los bichos que más iban a sobrevivir al calentamiento global son los “malos”, y muchos de ellos provocarán plagas. Las medusas serían otro ejemplo, constatado, y lo que nos queda por ver (¿avispas?, ¿mosquitos?), porque esto es una locura. Bueno, tampoco hay que dramatizar, plagas ha habido siempre, y como bien decía Brixta qué peor plaga que los humanos.

Quiero contar una preocupación que tengo, y un hecho que está ocurriendo y del que no sé si mucha gente tiene conocimiento. Me refiero a la presencia de víboras en la Costa del Sol, en lugares donde se supone que no deberían estar.


A ver, yo he vivido en el campo toda mi infancia y adolescencia, en esa misma zona, correteando por todas partes, y en todo ese tiempo he visto DOS víboras. Y una de ellas ni siquiera la vi bien: fue que oí follón, mi familia alarmada, me acerqué a mirar y la vi de refilón.
La otra, la primera, fue cuando tenía tres años, una experiencia que me han recordado largamente. Yo solita, jugando por el campo, debí intuir que era un bicho malo (yo nunca mataba animales, lo juro) y me cargué a una víbora con un palo, a golpe limpio. Lo que hace el instinto (en otras ocasiones vi culebras normales, que de ésas había más, y no les hice nada). Somos animales. Cuando llegó mi abuelo se quedó blanco al ver el bicho, y yo dándole vueltas con el palo, inspeccionándola. Me retiró de allí como alma que lleva el diablo. Recuerdo el hecho en sí porque se armó bastante revuelo y todos me felicitaban como si hubiera hecho una hazaña (que la hice, la verdad). También recuerdo, esto no tiene importancia (sólo para mí, por ser un recuerdo tan temprano), que el cadáver del animal permaneció allí mucho tiempo, y luego la marca sobre la tierra.

Experiencias infantiles aparte, quería contar que las víboras ¡han vuelto!

Episodio 1 y más grave (son tres):
“La Beli” es la mejor amiga y socia de mi madre. Tiene una casa cerca de la mi madre, en lo que antes eran las afueras del pueblo, zona ya plenamente urbanizada desde hace más de una década, pero de casitas bajas (residencial, para que nos entendamos). Su casa dista escasos cincuenta metros de la muy transitada autovía (antigua carretera), y todos los alrededores, me refiero a cuatro o cinco kilómetros, están edificados. Que no es campo, vamos, ni de cerca.

Un día, hará un año o así, la Beli (un personaje; merece no un post, sino cincuenta con sus andanzas: mujer fuerte, un tanto hiperactiva, gobernanta de hotel, que lleva palante a dos hijos chupadores del bote, un marido paralítico cascarrabias y una madre coja, gritona, insoportable y que no se la entiende cuando habla, -miedo da el entorno de la Beli-) se disponía a lavar el coche en la puerta de su casa.

La manguera daba a la calle, de asfalto, y estaba enroscada en el suelo. Al ir a cogerla, se ve que en el nido que formaba la manguera dormitaba una víbora que al instante le picó. Ella cogió y con la punta de la manguera la mató. No le dijo nada a su familia (“para no preocuparlos”), se subió al coche, con el cadáver de la víbora, como muestra, y se fue al hospital de La Línea. Llegó a punto de morirse.
Allí constataron lo que había pasado y le dijeron que en toda Andalucía sólo había antídotos para víboras en dos sitios: el Hospital Comarcal de Marbella y Sevilla. Increíble. Así que se fue pitando en una ambulancia hasta Marbella, a ochenta kilómetros. Allí le pusieron el antídoto y en muy poco tiempo estaba recuperada, la verdad.

Episodio 2:
De esto hace también casi un año. Las obras del Escorial son anécdota en comparación con las de la casa de mi madre. No entraré en detalles, que me pierdo (por cierto, dice mi hermana, ahora que le ha dado fuerte, angelito, que el del Escorial tardó tanto porque el tío… ¡era un vago!).
El año pasado estaban los albañiles trabajando en el camino de entrada a la casa de mi madre, en el jardín, con sus cosas, cuando en la arqueta de la llave principal del agua apareció una víbora, enorme para lo que son las víboras. La mataron. Conmoción y preocupación en la familia.
Esa misma noche, la “Pelusilla”, gatita blanca, inquieta, traviesa y callejera, que yo recogí de la calle hace dos años siendo bebé, descubrió el cadáver y se dedicó a pasearlo por toda la casa a modo de trofeo. Mi madre lo encontró en la cocina y casi le da un desmayo.

Episodio 3 (semana pasada):
Los albañiles han retomado la obra del jardín, para poner losetas en el camino de entrada, una verja… esas cositas. De pronto mi hermana habla de una víbora. Pensé que se refería a la del año pasado, pero no. Hace una semana, los albañiles descubrieron otra víbora, parece que no tan grande como la otra, pero en el mismo sitio, en la arqueta de la llave principal del agua. En esta ocasión no la pudieron matar. SIGUE ALLÍ. Se escapó, se escabulló por los subterráneos de la casa.
Así que tenemos nuevo animalito doméstico. Y no hay huevos de encontrarla.

He ahí la historia.

Viendo las fotos, recordando al animalito e informándome de los tres tipos de víboras que hay en la Península , confirmo que la especie en concreto de la que hablamos es la víbora hocicuda, o Vipera latastei. Una monada.

 



No sé si se debe a que ,por efectos de la construcción y la excesiva urbanización de la zona, estas poblaciones de animales se han visto afectadas y descolocadas, o que son de las que sobreviven en cualquier parte y han tomado posición, por algo son las reinas de Europa (la víbora es el animal más venenoso del continente).

Leo en la Wikipedia que durante las Guerras Púnicas se lanzaban a los buques enemigos en el curso de las batallas navales, qué bestias eran algunos. El ser humano es que es asín.

También me han comentado, algunos conocidos, que por los chalets de Estepona los jabalíes campan a sus anchas, que no es difícil ver grupitos de jabatos retozando al lado de las piscinas. Es gracioso, si no fuera porque el jabalí es un animal bastante peligroso.

Otro ejemplo de animal fuera de su hábitat lo constituye los monos de Gibraltar (Macaca Sylvanus, monos sin rabo, únicos monos libres de Europa, no se sabe si traídos por los musulmanes o autóctonos).



Sí, como están protegidos, mimados, y resabiados a más no poder, lo monos han decidido que amplían sus miras y se expanden. Por las playas que tiran hacia la zona mediterránea, partiendo desde el peñón de Gibraltar, hay monos. Estas playas están repletas de chalets, y por lo visto los monos entran por las ventanas de las cocinas y roban de todo. Claro, éste es un “peligro” que nadie se espera y en verano todas las ventanas permanecen abiertas. Son malísimos (y listísimos) los monos de Gibraltar, y como se les haga frente tiran del pelo y pueden hasta morder.

 

 


Pobres monos.

Esperanza

Esperanza

Es el agosto más fresco de los últimos treinta años en Madrid. Suerte que tiene una. Ja. Pero como está haciendo frío y por costumbre dormí con la ventana abierta, ahora estoy resfriada. Es la contra.

Estoy de catástrofes naturales… Venga terremotos y venga inundaciones y huracanes y tifones… Lo dije hace mucho tiempo: será a base de desgracias como se conciencie la gente, lamentablemente. Y también lo dije: habrá gente que no lo haga hasta que no le toque a él mismo. Aquí ya depende de la sensibilidad y empatía de cada uno.

Se encuentra en mi casa por unos días mi hermana, que está de exámenes. Tiene una asignatura que se llama “Contaminación atmosférica”. Son Los Datos. Lo estoy leyendo, hay mucha información de química, que siempre se me dio fatal y no me entero mucho, me lo tiene que explicar como a un niño de primaria, pero otras cosas sí son fáciles de entender, y muy interesantes.

Sobre el ozono.
El ozono es muy negativo para la salud humana, puede provocar problemas en el aparato respiratorio. A pesar de ello, en pequeñas dosis y tratado de la manera adecuada, se utiliza en la vida práctica para la desinfección, por ejemplo de trenes, y en general en los sitios donde se quieren eliminar los olores, a tabaco y otros. Sin embargo, las partículas de olor son imposibles de eliminar, el Oust y productos similares son mentira. El ozono no elimina los olores, se limita a atrofiar la nariz. Si entramos en un tren y no huele a “humanidad” no es porque esté limpio, sino porque no somos capaces de olerlo. Antiguamente se utilizaban unos productos derivados del ozono que resultaron nocivos para la salud. Ahora se utilizan otros, pero no deja de ser ozono en muy pequeñas cantidades.

Según los datos, en el año 2001 la capa de ozono era inexistente sobre La Antártida. Es verdad que el agujero de la capa de ozono se está reduciendo, aunque a pasos pequeños. El problema de la capa de ozono es independiente del calentamiento global, se deben a la acción de dos gases distintos, uno por los CFCs, el otro por el CO2.

Sin embargo da esperanza. Eso me dijo mi hermana. ¿Esperanza? Sí. El problema venía originado por la emisión de CFCs. Debido a los acuerdos de prohibición de su fabricación que se gestaron en la década de los ochenta se ha conseguido invertir su evolución. Esto demuestra que se puede hacer, que a través de acuerdos internacionales de reducción de emisiones de gases contaminantes, a través de la política, se pueden revertir los procesos de destrucción.

Mi hermana, que se supone que sabe del tema, opina que el problema del calentamiento global tiene solución, que hay que actuar pero que la tiene.

Por otro lado, leo unos datos desmoralizantes, el del tiempo estimado para la recuperación del equilibrio presuponiendo que dentro de los proximos cien años se redujeran las emisiones de CO2 a su nivel “natural”:

  • Elevación del nivel de los océanos debido al deshielo de los casquetes polares: varios milenios
  • Elevación del nivel de los océanos debido a la expansión térmica: de cientos a miles de años
  • Estabilización de la temperatura: varios cientos de años
  • Estabilización del CO2: de 100 a 300 años

Otra cagada más en el mundo


La Universidad para la Paz es una institución académica, creada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, para promover la paz a través de la educación. Es la única institución dependiente de las Naciones Unidas dedicada a la formación. En ella se estudian asuntos relacionados con la resolución de conflictos, derechos humanos, recursos naturales y desarrollos sostenibles. No es propiamente un órgano de las Naciones Unidas, sino que tiene un estatus especial, es autónoma tanto desde el punto de vista presupuestario, administrativo como académico. Sin embargo, se ha caracterizado por representar la corriente más progresista, más práctica, por “tirar” de Naciones Unidas, además de albergar los alumnos y el profesorado más destacados de sus especialidades dentro del panorama mundial. Todo eso parece que ya ha llegado a su fin.

No es un hecho banal, hasta ahora la Universidad para la Paz era realmente útil y positiva, y lo que necesitaba eran más medios y expandir su labor. Recientemente ha sido elegido un nuevo rector en un proceso de elección bastante oscuro. Con la excusa de abaratar costos y asemejar su funcionamiento al de una institución privada, la primera medida de este nuevo rector ha sido despedir masivamente a todos los que habían mostrado algún tipo de reticencia a su elección o simplemente no le eran ideológicamente afines. Curiosamente, la “limpieza” ha arrastrado a la mayor parte de los hispanohablantes, a pesar de que la sede central de esta Universidad se encuentra en Costa Rica.


Ronnie de Camino

La caída más lamentable ha sido la del chileno Ronnie de Camino, excelente persona y brillante profesional, ejemplo de todos los ambientalistas del mundo por su lucha a favor del medio ambiente y su personalidad conciliadora.

La francesa Anouk Guiné, ex profesora ya del Programa de Género y Construcción de la Paz, escribe un artículo donde explica la situación y que paso a transcribir:

El reciente nombramiento de John Maresca como rector de la Universidad para la Paz (UPAZ) ha sido cuestionado por algunos profesores, estudiantes, exestudiantes, parte del personal administrativo y técnico, la comunidad internacional y algunos medios de comunicación. ¿La razón? Un pasado lleno de gestos y actos no congruentes con una universidad destinada a impartir conocimientos sobre la paz y la justicia social.

Veamos: El señor Maresca está ligado a corporaciones multinacionales plagadas con oscuros antecedentes de violación de derechos humanos que, sin embargo, son generalmente legitimadas –es lamentable decirlo– por Naciones Unidas. Esto colisiona con la misión de la UPAZ. Por ejemplo, como mostró el doctor Levine en “A dissenting voice: Part II. Chronic stress in the system” (Journal of Genocide Research , 2004), el señor Maresca trabajó en la década de 1990 para los objetivos geoestratégicos de EE. UU. dirigidos a un control del petróleo por las más grandes empresas norteamericanas en Asia Central. Y ya sabemos qué ocurrió en esas regiones entonces.

Hay más. Desde 1999, Business Humanitarian Forum, institución dirigida por el señor Maresca, tiene en su consejo de asesores a miembros que también violaron reiteradamente normas internacionales de derechos humanos. ¿Cómo no reaccionar cuando, en su primera reunión con el personal de la UPAZ, el señor Maresca celebró el volumen de negocios de la empresa Wal Mart como ejemplo de su fe en el sector privado? Quien conoce la manera prepotente con que Wal Mart explota desde siempre a sus empleados no lo celebraría de esa manera.

¿Hasta cuando la UPAZ seguirá siendo manejada por los seguidores de Maurice Strong (exrector de la UPAZ, expresidente del Consejo de la Tierra y del Consejo de la UPAZ) y de su empleado Krishnamurthy Panchapakesan (consejero financiero y de recursos humanos en ambas organizaciones)? Son quienes vendieron los terrenos del Estado costarricense que fueron donados al Consejo de la Tierra.

Pérdida. Esta política de irrespeto a los más elementales derechos humanos ha sentado ya su cabeza de playa en la UPAZ. Se ha iniciado un proceso de despido de personal docente. Extraña coincidencia: se despide a los profesores –entre los cuales el doctor Ronnie de Camino Velozo (Chile)– que más activamente cuestionaron el nombramiento del señor Maresca. ¿Cómo explicar también los despidos de profesores que son hispanohablantes, justo cuando el Gobierno de Costa Rica logró que se elaboren en el futuro programas latinoamericanos en español? La UPAZ no calculó el altísimo costo que los despidos implican: Pérdida de calidad académica, pérdida de imagen ante aliados tradicionales de la UPAZ; pérdida de imagen ante el principal socio académico de la UPAZ: American University; pérdida de credibilidad con los donantes... y así la lista es larga.

El Programa de Género y Construcción de la Paz está ahora gravemente afectado. Se despidió a la única profesora residente que tenía. Hagamos una relación cronológica de hechos adicionales que nos debe preocupar. En el 2001, las NU esperaban que la UPAZ tomara “el liderato en integración de los estudios de género a nivel mundial”. ¿Se cumplió? En el 2003, gracias al informe “International Decade for a Culture of Peace and Non-Violence for the Children of the World, 2001-2010”, se comunicó a los miembros de la Asamblea General que “los asuntos relacionados con el género son centrales a los objetivos de la UPAZ y son integrados en todos los programas de la UPAZ”.

No está. Hoy, contrariamente a lo que se dice en el discurso oficial de la UPAZ, la perspectiva de género no está integrada a los programas de manera sistemática. Sin embargo, hace unos meses, el exrector a. í. Tsai anunció informalmente que el Programa de Género “podría desaparecer” y ser remplazado por una política de gender mainstreaming en los otros programas. Ya sabemos que esto no ocurrirá por falta de voluntad política.

Cuesta pensar que esto ocurra en un ente que defiende, se supone, justicia social, democracia, transparencia, protección del ambiente, educación para la paz, libertad y excelencia académica.

La pregunta es: ¿cómo reconciliar el respeto por los derechos humanos en una universidad cuya cultura institucional es cada vez más la de una empresa privada, que no duda en fusilar a su personal cuando lo cree necesario, y la de una organización con una agenda oculta y un doble discurso? Véase sobre este asunto la petición de los estudiantes: http://univpeace.epetitions.net/

Esperemos que el Dr. Sanguinetti, expresidente de Uruguay, miembro de la Comisión Mundial sobre la Dimensión Social de la Globalización y actual presidente del Consejo de la UPAZ, sepa sanar y consolidar esta institución, en la que queremos creer y que queremos fortalecer.
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¿Racismo? II, La otra cara

¿Racismo? II,  La otra cara

Sobre si los inmigrantes son racistas.
Mi respuesta de antemano: los habrá que sí y los habrá que no, como todo.

A raíz de mi anterior post, estos últimos días yo misma he sacado el tema del racismo con diversas personas, para saber su opinión.

Son interesantes las opiniones a la contra, es decir, la que tenemos sobre el punto de vista de los inmigrantes o personas de otras etnias que se dedican a señalar su propia diferencia, y me he dado cuenta de que suele ser la chispa que prende la mecha, sólo nos hace falta la mínima para que saltemos como gatos escaldados, quizá con razón, quizá no.

Es difícil ponerse en el otro lugar.
Yo sólo una vez me sentí de manera ligeramente parecida a como se podría sentir un inmigrante aquí. Fue en Bélgica, una historia muy larga, sin papeles, sin dinero, y recuerdo que no fue nada nada agradable y que hubo un breve instante en que sentí odio por todos los hablantes de flamenco. De todas formas, no creo que sea suficiente como para ponerme en el pellejo de ellos.

Yo quería referirme a situaciones más triviales.

¿Es ser racista incidir en los episodios en los que personas de otras etnias han remarcado su condición ellos mismos? ¿Es observación y comentario o es excusa para defender tu propio racismo?

A. estaba en el Carrefour. Casi todas las cajeras son sudamericanas. A. estaba en la cola y delante de él había un tipo con el carro hasta los topes. A. la flipa cuando el tipo pasa por caja sólo cuatro o cinco productos y cuela el resto del carro sin pagar (evidentemente estaba compinchado con la cajera para robar esos productos), pero A. se calla, por prudencia. Cuando a A. le toca el turno, la cajera, en tono inquisitorial, le espeta: “¿Qué llevas ahí?, ¿qué llevas ahí?”, como si A. estuviera robando. Y A., que no llevaba nada, indignado, llama a la cajera “descarada” por haber mirado para otro lado con el tipo anterior y acusarlo a él falsamente. La cajera, más ofendida aún, le responde, a grito pelado, formando un gran escándalo, que “en su país ése era un insulto muy grave”, a lo que A. responde “que no está en su país, y que si va a otro país qué mínimo que aprenda las costumbres”. A. y la cajera acaban en trifulca que hace necesaria la intervención del guarda de seguridad y con A. jurando no volver a comprar en el Carrefour, que estaba lleno de latin kings.

M. fue a visitar a un amigo al hospital. Iban dos personas, pero según las normas sólo podía pasar una sola persona. El celador les pregunta dónde van, que sólo puede pasar una persona. En ese momento acababan de pasar diez gitanos (ya sabemos la costumbre de los gitanos de ir en masa a ver a sus enfermos –costumbre que no me parece nada mal, por cierto- y de lo que se “ofuscan” si no se les permite hacerlo, por lo que es de suponer que el celador, para evitar problemas, había hecho la vista gorda). M. le respondió al celador: “¿Y ésos?”. Le salta la gitana vieja: “Blablabla, ¡Racista!”, a lo que M. le responde: “Yo no he dicho que seáis gitanos, sino que sois diez”. Lo dejaron pasar, por si teníais curiosidad, pero M. se refiere a esta anécdota para recordar, quizá más de la cuenta, que los racistas son los otros.

Y más compleja y sutil es la historia de Analisa. Es brasileña, culta (licenciada en literatura) y le limpia la casa a mi madre.
Esto me lo contó mi hermana. A ella creo mucho no se la puede acusar de racista, su propio novio es colombiano, y vamos, que no lo es, aunque fuera el novio de Utrera. Creo que es interesante su opinión:
Dice, que en general (hablamos siempre en general…) los inmigrantes están acostumbrados a pagar por la vivienda un tanto por ciento de su sueldo muy inferior al que se paga en España (tampoco me extraña que les joda, lo que no es normal es lo de aquí). Dice que muchos se niegan a pagar más dinero de lo que consideran justo por una vivienda, aunque para ello tengan que vivir hacinados. (Están los que viven muchos juntos por necesidad e incluso los que son timados por sus propios compatriotas y pagan cantidades astronómicas por auténticos cuchitriles, y también sabemos que por ser inmigrantes tienen muchas más dificultades en poder alquilar un piso, lo sabemos, pero no se refiere a estos casos). Que gran parte de los que viven con más gente en una vivienda se podrían permitir vivir mejor, pero ellos eligen, por ejemplo, ahorrar para volver a su país (no hablamos de los que mantienen grandes familias en su país de origen, aunque incluso también de ellos) o simplemente no pagar ese exceso de precio. Yo le respondí que de acuerdo, pero que cada uno elige gastarse el dinero en lo que le da la gana, y que quizá ellos venían de países o de situaciones familiares en las que estaban más acostumbrados a vivir con más gente y no les molestaba tanto. Mi hermana dijo que claro, pero que luego se estaban quejando todo el día de que estaban hacinados porque eran inmigrantes, y que en general pobrecitos ellos que era inmigrantes.
Bueno, al menos éste es el caso de Analisa. Ella saca más de 2000 euros al mes limpiando cinco o seis casas, tiene un hijo, pero no tiene que mandar dinero a Brasil. Que sí, trabaja duro, pero como trabaja duro tanta gente. Paga 300 euros por las vivienda, 150 ella y 150 su hijo. Viven con seis personas más, y siempre se queja de no tiene intimidad en esa casa y que todos sus males son porque es inmigrante. Se queja, por ejemplo, de que Mustafa tiene que pasar por su habitación cada vez que va al baño (luego nos enteramos de que se acabó tirando al Mustafa, es lo que tiene el hacinamiento). Claramente se podría permitir vivir en una casa mejor, pero no lo hace porque no le da la gana.
Ella distingue siempre entre los que son inmigrantes y los que no los son. (“Pobrecito Joel, que es inmigrante, qué problemas tiene…”) Analisa es buena persona, a los inmigrantes siempre los va a visitar cuando están enfermos y cosas así. A mi hermana lo que le jode es que le tiene comida la cabeza a mi madre, y así le saca un montón de cosas, apelando al rollo de qué pena ella que es inmigrante. Te hace sentir mal. A mi hermana le jode también que a veces “presiona” para que le regalen cosas, y que una vez se lo das porque te apetece, comida que sabes que no te vas a poder comer antes de que se estropee o ropa que no te entra, pero dice que ya le insinúa que le regale cosas que ella no quiere darle, como una blusa que no le queda bien pero que mi hermana tiene la esperanza de ponerse algún día cuando adelgace.
Aún así, a pesar de estas cosas, Analisa nos cae bastante bien, y supongo que nosotros a ella, porque en su macrocumpleaños de tres días los únicos invitados que no eran inmigrantes eran mi hermana y mi madre.
Pero molesta su rollo victimista.

¿Racismo?

¿Racismo?

Ya sabéis que vivo en Lavapiés, “melting pot” donde los haya, encrucijada de “Cosmofobia”, el libro de Lucía Etxebarria.
A mí me parece que Lavapiés se distingue de otras zonas de Madrid porque no hay etnia o nacionalidad que sobresalga de las demás. No es, por ejemplo, el barrio de mi amigo J. (Gran Vía), donde la mayoría son sudamericanos. No, aquí, curiosamente, hay de todo, casi a partes iguales: sudamericanos, negros, chinos, magrebíes, libaneses, turcos, pakis, indios y de Bangladesh, todo mezclado con guiris curiosos, elementos “alternativos” y señoras “de toda la vida”. Bueno, nuestros mejores vecinos, de todo un bloque, con decenas de habitantes, son tailandeses.

Después de todo este preliminar, no os creáis que voy a contar nada espectacular, no, es una chorra-anécdota de lo más normal, sólo quería describir el escenario.

Ayer de mañana, empezó a sonar la alarma de un coche. Cada vez que pasaba un vehículo pesado, tipo camión, sonaba la alarma del coche, una ranchera blanca. Pii, piii, piiii, justo debajo de nuestro balcón. Al final creo que era del pintor que remodelaba el bar gallego de enfrente. A nosotros, que tenemos horario veraniego, es decir, que nos estamos levantando tarde (a eso de las once), directamente nos despertó la alarma. Se veía (oía) que el tío estaba cerca porque a veces desconectaba la alarma, suponemos que desde un mando, rápidamente, y otras tardaba un rato, y así, por deducción, sospechamos que estaba cerca. Continuó toda la mañana, hasta pasadas las tres de la tarde. Pii, piii, piiii, su puta madre.

¿El efecto sobre nuestro hogar? Ríete tú de “Un día de furia” (la de Michael Douglas, de un ejecutivo que se vuelve loco por el estrés y se dedica a disparar sobre el personal con una recortada). Se llama contaminación acústica y no está bien estudiado. Mira que aquí estamos acostumbrados al trasnoche público, por algo estamos pegando con “la zona cero” de marcha “lavapiesina”, pero esto nada que ver.

A las tres de la tarde, mis compañeros decidieron llamar al 112, que no al 092, ya que se supone que en la Comunidad de Madrid, desde febrero, todas las llamadas de emergencia, de mayor o menor importancia, están desviadas al 112.

Ja.

Tres veces llamaron, tres: “de eso no nos ocupamos nosotros”, “sí, desde el acuerdo de febrero”, “bueno, tomamos nota” (resumen, después de mucho tiempo). Al final, por algún medio rocambolesco, la policía municipal efectivamente fue informada.

No sé si al final le llamó la atención la municipal (no creo) o el susodicho se largó de la calle porque le tocaba, pero la cuestión es que acabó parando, aunque a esas alturas los nervios ya estaban disparados.

Que si el barrio se estaba poniendo fatal, que los vecinos eran unos guarros, alguien vomitó en la escalera, sacudían la alfombra sobre nuestro balcón, llegaba el agua desde no se sabe dónde, uno no tiraba la basura al contenedor sino que la dejaba en el portal, por no hablar del que tiraba la basura por el patio y nos caía al tejadillo, y otra, argentina (oh, desgracia), te cerraba la puerta del portal en las narices aunque fueses a pasar.

La verdad es que en “mi hogar” sucedió un incidente racista pero a la contraria (de una sudamericana, con una cierta posición de poder, ser racista hacia nosotros, demasiado largo y aburrido de contar aquí), y ése fue el detonante. Desde ahí un no parar. Muchas veces con razón, pero pasaron los límites.

Contra los llamados “perroflautas” es una aversión anormal. Una ex que tuve les tenía una tirria mortal, y tampoco lo entendía. Vale, que están por donde tú pasas, con su pringoso perro comido de pulgas y la mitad de las veces lo que tocan en la flauta es insufrible, y encima te exigen una limosna y, si les dices que no, te hacen sentir mala persona. Vale, no es el ideal de persona que me quiero tropezar por la calle, pero de ahí a ese odio asesino que trasciende la manía tampoco lo entiendo.

Y luego están los “payoponis”, también llamados “panchitos” o “guachupines”, es decir, sudamericanos. Así, desde fuera, es posible que sean los que peor se “integran”. ¿Por qué? Porque son tan parecidos a nosotros que ellos mismos no consideran que tengan que hacer ningún esfuerzo de integración. Es mi opinión. (Hay de todo, por supuesto, hablo de impresión general). Y así mantienen un “pequeño” Ecuador o Colombia aquí en Madrid.

Algún día hablaré de mi patio, mi telenovela particular cada vez que cocino o voy al baño. De todo hay. La vieja demente que acusa de intentar matarla a todos los de su familia todavía no me ha terminado de cansar, conserva su exotismo, pero las canciones melódicas en español coreadas por la troupe de jovencitas sudamericanas enamoradas y apavadas me revienta el tímpano.

Anoche, casi a la hora de irnos a dormir, a las mil, se acerca uno de mis compañeros de piso al balcón, a contemplar las fiestas del barrio, que largas son, y bueno, me tuvo que hacer gracia cuando exclamó: "¡¡¡¡un payoponi perroflauta!!!! ¡Ha sucedido el híbrido, mirad, mirad a ver! Existe, ¡ocurre!"
No me acerqué al balcón, porque ya estaba en la cama y sigo con el pie chungo, pero no pude sino reírme.

Así supongo que pasa todo. “Nos estamos volviendo un poco nazis”. Es broma, aquí no hay nazis, al fin y al cabo somos todos bolleras y maricones, y no, aunque no sea incompatible (¿cómo se llamaba del que estaba enamorada la Yourcenar, que era gay, y germanófilo cuando la Segunda Guerra Mundial?), pero mirado desde fuera puede llegar a entender el proceso, que no compartirlo.

Sí, en España hay muchos racistas, como racistas siempre ha habido en EEUU (nuestra imagen y semejanza), como el mundo éste en el que vivimos no es tan amable como me gustaría, nos gustaría, que fuera.

Miedo al futuro, igual que miedo al pasado.

La mezcla, el multiculturalismo, en ciertos sectores (modernos, entendemos), no es “cool”. No hablan de ello, y simplemente por lo mismo, no es “cool”. ¡Qué pesadez! “No queremos cutrerías. Dadme sushi y moda sueca, pero no me atormentéis con kebaps y desgracias de pateras”. Así está la cosa.

Una vez, hace mucho, leí en algún sitio que se había estudiado, por un programa de ordenador o algo así, qué surgiría de la mezcla de todos los tipos étnicos que existen actualmente sobre el planeta. La resulta fue que el aspecto general del ser humano, después de su interrelación a lo largo muchas generaciones, sería lo más parecido al tipo indio (de la India) de la actualidad. Tiene su lógica la cosa.

La verdad es que a mí los indios, las indias, siempre me parecieron de lo más atractivas.

Dentro

Paseo de los Tristes, uno de mis rincones favoritos de Granada

 

Cuando llegué a Granada me pareció gris, tengo que confesar. Las calles estrechas y la piedra oscura. El frío seco y el olor a rancio. Venía de Londres, que me había deslumbrado con sus bares, sus mercadillos y un cosmopolitismo que por aquel entonces todavía no había llegado a España.
Granada me costó, pero poco a poco fui encontrando aquello de lo que hablaban y hasta comprendiendo a los poetas.
Los primeros años, los bares de Pedro Antonio, las fiestas, las escapadas de la facultad. Le siguieron las acampadas, la biblioteca nocturna, la vida cultural. En la última época, la calle Elvira, las sesiones golfas y los bares de ambiente.
Cuando me fui de Granada, me pareció hermosa, y supe que echaría de menos el rumor del Darro y el abrazo de la sierra, que dejaba mi casa de la peor manera, jurando no volver.
Por amor me fui y por amor volví, tres años después.
Un año más tarde la dejé de nuevo, hechas las paces, reconciliada con el pasado.
En Granada viví ocho años, en ella disfruté con amigos y amantes, y lo único que me duele es que no tengo a nadie a quien llamar si voy allí. Cosas de la vida.

De Granada siempre llevo conmigo un leve acento, que no es poco, y ojalá nunca lo pierda.
La inmortalidad – Luis García Montero

Tres posts en uno o El tiempo (el clima)

Buahhhh, post super largo, ya lo dije, que estoy recluida, todo internet para mí.



No está estudiado cómo de verdad nos afecta el clima. No está. Mi compañero de piso, que fue especialista de cine y sufrió mil roturas, te predice el tiempo con una exactitud pasmosa, lo siente en su cuerpo. A mí hermana le pasa igual con una cadera que se rompió. Yo, que soy asmática, sin salir de casa, sé cuándo se ha levantado el día nublado. A veces se me olvida mi “habilidad” y pienso “¿qué me pasa, qué me pasa hoy?”, miro por la ventana y “ah, coño, el tiempo”.
(aparte: dicen que en la sociedad occidental el factor que ahora mismo disminuye más la esperanza de vida es el asma, como diez años menos. Qué pena que me voy a perder el final –sarcasmo-).
El levante, el poniente, la tramontana y los nombres de vientos que hablamos un día en otro blog, creo que el de Gurb, ¿cómo afectan así a la gente? Porque les afecta, en eso estamos de acuerdo. En realidad yo sólo sé del levante, que por algo soy de Cádiz, y que a mí no me afecta tanto, pero a los de fuera, hasta a mi madre, que llegó allí con catorce años, los trae de cabeza. Yo sé cuándo está, soy consciente, pero me adapto, como cuando coges habilidad en tu propia casa y sabes dónde están los interruptores aunque estés a oscuras.

¿Qué coño es eso de las ondas Schumann? Ya sé que es casi todo mierda y me queda algo del raciocinio que me inculcaron mis profesores, ¿pero qué habrá de verdad?

El pulso de la Tierra”. Yo creo en eso, no en la Gaia de Lovelock exactamente, pero sí que la Tierra es un ente vivo, un sistema en sí mismo, al que pertenecemos, que Todo es Uno. Lo sé porque sí.

¿Era Descartes? En filosofía siempre estuve floja.

Sólo sé que lo sé. ;)
 
••

Tarde de agosto (tarde de un día bochornoso, como descubrí después)

Hoy dormitaba, producto de las pastillas para el pie, en mi habitación, y en ese duermevela, oía, como un rumor, las noticias de la televisión que me llegaban desde el salón. Todavía no sé si sueño o realidad, escuchaba que había plaga de topillos en gran parte de los viñedos españoles (en Toro, horror), que amenazaba con pasarse a La Rioja; mosquitos en Los Monegros y menos mal que todavía no había llegado el mosquito tigre, soñaba con el mosquito tigre como monstruo de videojuego; que no había pescado para abastecer todo el turismo de la Comunidad Valenciana y pagaban lo que fuera por él, cigalas todo el mundo; que los monzones estaban siendo muy malos y el cuarenta por ciento de Bangladesh estaba inundado. No podía respirar bien y pensaba en la nube anaranjada que cubre el cielo madrileño, que sólo se ve si te alejas lo suficiente, o si desde un ático alto miras al horizonte. Pensaba en salir de aquí y luego renunciaba, por pereza, dejándome dormir de nuevo. Soñaba cuando yo vivía en el campo y el campo me parecía feo, y yo quería salir de allí, y ya no hay campo al que volver. Por él pasa un carril de desviación de la autopista, la A7.
Recordaba a mi abuelo materno (el desertor, el desconectado). Él decía que la tele era una mierda, así, y que del parte sólo valía “El Tiempo”. Él sólo miraba la tele cuando daban las predicciones meteorológicas, a las que prestaba mucha atención, y luego pasaba. (La verdad es que él también mantenía que la llegada del hombre a la Luna era una invención).
Recordaba cuando yo tenía trece años, y leía más que ahora, por algo vivía en el campo y quería salir de allí. Entonces leí una novelita que se llamaba “El Genio ”, que iba de un científico que inventó una máquina para controlar el clima, y destruyó el mundo, muy a su pesar.




Y, bañada en sudor, no quería recordar más, ni pensar en el futuro, ni en las cosas que leí ayer o antes de ayer, ni acordarme más de la foto de la niña china, ni en lo enfermos que se iban a poner. Entonces me quedaba el dolor físico e intentaba dormir.

Poder hacer clic y apagar la luz, hacer clic y apagar tu cerebro, así afectan las drogas al ser humano; no, no estoy tomando drogas, sólo las recuerdo.

•••

Nosotros, tú y tú, el/la que me lees, yo, nunca hemos vivido una guerra, ni siquiera una revolución (bueno, suelen estar precedidas de guerras). No sabemos lo que es eso. Bendito tiempo de paz.

(A lo largo de mi “trayectoria académica” (o la época en que era una arrastrada y le aprobaba asignaturas a los demás) yo di una asignatura que se llamaba “Historia de la Paz”, en la Universidad de Granada. Preciosa asignatura. Siempre se estudia la Historia desde el conflicto, nunca desde las etapas de paz. Ésta iba sobre eso, mi trabajo sobre las etapas de paz en la Prehistoria. Tiempo de paz, como es el nuestro, hasta que nos atrapó la globalización y a muchos de nosotros no se nos escapaba que aunque aquí viviésemos contentos y felices, a la vuelta de la esquina, léase Sudán, Yemen o Iraq, la gente vive ese drama, que es lo peor que puede acontecer en la vida de un grupo social y a la vida personal de cada uno de sus componentes. Tiempo de paz ilusoria, el que vivimos.)


Me planteo si hubiera que ir a una guerra, como ese preámbulo de revolución necesaria (nunca fue tan necesaria ni tan científicamente comprobada), ¿iría?
No. Porque la guerra alimenta al mal y a la propia guerra. Ya muere demasiada gente.

Las revoluciones, si les da tiempo a ocurrir, deberán ser pacíficas, lo que no quiere decir débiles.

Hacer el vacío.

Quizá este post acabe de manera abrupta, simplemente me he cansado de escribir. Y de derivar.

 

Uno intimista

Uno intimista

Que hacía tiempo que no.

Este año, lo que llevamos de él, contra todas las previsiones (hay que tener en cuenta mi ruptura sentimental navideña), ha sido muy bueno, uno de los mejores de mi vida. He conocido a gente estupenda, más que nunca. He estado muy relajada y he tenido días realmente felices, muchos.

Los días malos han sido inusualmente escasos. Los días malos me dan miedo, yo me doy miedo. Sé hasta dónde puedo llegar y no quisiera verme repetida.

Pero este año los días malos han sido tan pocos que puedo recordarlos:

El primero, pronto. Fue el día que lloré; lloré y lloré, lloré tanto que no podía parar, y asusté a una persona.

El segundo fue el día que bebí; bebí y bebí, bebí tanto que no podía parar, y asusté a esa misma persona.

El tercero fue el día que me cabreé; aguanté y aguanté, y me cabreé tanto que tuve actitudes que no debí tener. No asusté a nadie, pero parecí una auténtica gilipollas.

El más reciente fue hace no mucho. Intenté ahogarlo en alcohol, y fue la primera vez en que preferí la resaca, y dormir, y sentirme un despojo, antes que un ser abandonado, así en frío, porque mi mente, tan sólo preocupada por el mantenimiento de las funciones vitales, no llegaba a profundizar en los rincones más dolorosos, ésos que requieren enlazar una serie de retorcidos pensamientos masoquistas hasta llegar allí. Fue efectivo, al menos momentáneamente. (Podríamos tener el debate de si pastillas sí, pastillas no, cuando se te muere alguien).

Y el día es peor cuando se te abren varios frentes, no tienes fuerzas y te ves sola. El factor físico bajo mínimos es el aliño perfecto.

[Hacía años que no me entraban ganas de cortarme el pelo; quizá, más que por cambio radical de imagen, sea por influencia del mucho calor que hace.--No tiene nada que ver--]


De entre todos estos días malos que he relatado, hoy no es el que aparentemente estoy peor, pero sí el que más miedo me da. Los otros días sabía que era sólo ese momento, intenso, y que luego mejoraría, eran descargas de tensiones, de mala energía, un fallo en la canalización de mis propios sentimientos. Pero este goteo de pequeños bajones a lo largo del día, esos lagrimeos a destiempo, me preocupan sobremanera, porque los reconozco, y me recuerdan terriblemente a la antesala del lugar donde no quiero volver.

Por eso escribo esto, porque escribir me ayuda, siempre lo hizo, y a veces es lo único que me ayuda.

No sé qué hacer, no sé qué es mejor, ni peor.

Siempre, ante la duda, (y la imposibilidad de la huída hacia delante, que es mi especialidad), me paralizo. Será que soy Libra, o más probablemente no tendrá nada que ver. Será que soy indecisa, independientemente de ser Libra.

Estábamos en que me paralizo. Me hago la muerta. Ni palante, ni patrás. Me quedo colgada.

El miedo a sufrir más contra sufrir de todas formas.

Dormir… Esa llamativa actividad.

...


Ay

 

b.h.

Temporalmente coja

¿Recordáis la escena de "Quemados por el sol" cuando hay un trozo de cristal sobre la hierba, al lado de río, donde celebran ese bucólico picnic, y el protagonista, aún viendo al otro descalzo y con riesgo de cortarse, se calla la presencia del cristal? Bueno, si no habéis visto la película obviamente no la vais a recordar, pero tengo que decir que es una de mis escenas favoritas de siempre, por la tensión sostenida, por cómo gradúa el nivel del maldad del protagonista.

(Primer minuto y medio, el joven no sólo le está tonteando a la mujer del otro –su antigua amante-, sino que piensa traicionarlo y denunciarlo como parte de las purgas que tuvieron lugar en la URSS tras la Revolución –que de eso va la película, de ahí “Quemados por el sol”-):



Precisamente comentaba hace no mucho esta escena. Casualidad.

Me he cortado en la planta del pie, con un cristal. Un buen tajo, cinco puntos de sutura. La profundidad era impresionante, de una falange, vamos que por poco no me queda pie que atravesar.
Soy una persona muy aprensiva. Estoy afectadilla. Sangró bastante.

 

 



Un tiempo antes se había roto un vaso y se ve que me dejé un trozo por recoger, supongo que habría caído lejos. Lo pisé con todas mis ganas, el pie descalzo.

Después del momento horror fui al hospital. Lo que allí ocurrió da para un post en sí mismo. Si la persona que me acompañó (gracias de nuevo) quiere contarlo, según su particular manera, que lo haga.

Yo sólo digo que las inyecciones de anestesia en la planta del pie son lo más de lo más.

Ya pasó lo peor, y sobre todo, menos mal que no fue nada más grave.

El corte está justo donde se apoya el pie, lo que me impide andar. Puedo dar pasitos apoyando sólo el talón, pero la postura forzada hace que se cargue el empeine y al poco rato me duela demasiado. En fin, que estoy coja.

Qué bonita semana me espera por delante, con todo el calor de agosto en Madrid y sin poder salir de mi casa. Creo que me voy a buscar unas muletas (nunca antes había andado con muletas), que el bastón no va a ser suficiente. Me veía yo ya con mi bastón, mis tres canas sacadas al viento, tan de película.

Ir a la cocina y al baño es una aventura ahora. Ir a por agua, parece que voy al río. Las escaleras (no hay ascensor) el Himalaya y yo de alpinismo. Ducharse, una playa de ésas con piedras, a riesgo de caerte y matarte a cada instante. Mi cama (de las de Ikea, con escalera de casi dos metros para ahorrar espacio), si ya antes era bastante incordio, ahora parece la cárcel.


Y un calorín general…

 

 

Bueno, ya me he quejado mi ratito. No hace falta que me digáis “pobrecita”, “que te recuperes” y todo eso, que lo presupongo, era sólo quejarme un rato. Soy bastante quejica yo, es uno de mis defectos. Últimamente lo tenía bastante controlado, pero hoy me he soltado la melena.

Bueno, y éste es sólo el principio de la historia, ya iré descubriendo nuevos inconvenientes según se vayan presentando. Os mantendré informados, porque esta semana me da la impresión de que voy a estar muuucho por internet. Con el calor que echa el bicho éste, por favor…

 

Jueguito psicológico

La otra noche, durante una relajada reunión de amigos, a esas horas en que por fin el calor cede una tregua, con la barriga llena y cerveza fría en la mesa, E. nos propuso un juego psicológico que le habían hecho dos días atrás y que le había dado que pensar. Nay , que ya lo había hecho, sonreía para sus adentros.

A instancias de Brixta , que estaba presente, escribo este post, porque también a ella le llamó mucho la atención.

Para que el juego funcione es muy importante que no leas de corrido este post, y en este mismo momento vayas a por papel y lápiz (otra opción es contárselo a otra persona en voz alta).

(¡Que no leas más!).

Ahora, si ya tienes tu papel y lápiz:

Ve punto por punto, sin mirar lo siguiente, que si no no sale:

1) PIENSA EN UN DESIERTO …
Descríbelo. ¿Es grande? ¿Qué ves en él? ¿Sientes calor? ¿Es soportable? ¿Es agradable? …
Apunta en el papel tu descripción, y continúa con el siguiente punto.

2) PIENSA EN UN CUBO …
¿Cómo es? ¿Es un cubo de agua o un hexaedro? ¿Es fuerte? ¿Está tumbado? ¿Lleno de agua? Descríbelo. Apúntalo antes de seguir leyendo.

3) PIENSA EN UN CABALLO …
¿Cómo es? ¿Qué hace? ¿Está cerca del cubo? ¿Se relaciona con él? Apúntalo.

4) PIENSA EN UNA ESCALERA …
¿De qué material es? ¿Es nueva o vieja? ¿Está tumbada o de pie? ¿Aguantaría el peso de subirse a ella? ¿Está cerca del cubo? ¿Se relaciona con él? ¿Tiene relación con el caballo?

5) PIENSA EN UNA TORMENTA …
¿Es de arena o de agua? ¿Dura mucho? Cuando acaba, ¿cómo afecta al cubo?, ¿lo rompe?, ¿lo tumba? El caballo, ¿se va de la escena? Y la escalera, ¿es destruida por la tormenta?, ¿es tumbada?


Bien, pues ahora los resultados:

1) El desierto sería el mundo como tú lo ves.
2) El cubo eres tú.
3) El caballo es el amor
4) La escalera representa la amistad, vieja o nueva, que soporta el peso o no…
5) La tormenta supone los problemas, si pueden contigo mismo, con la amistad y con tu amor, si son graves y duraderos o no.

Desconozco la solidez científica de la cosa, pero nuestra conclusión (de cinco personas, y más a las que E. se lo había hecho antes) fue que el juego tenía bastante que ver con la realidad, aunque cada uno saque las suyas propias.

 

Nota: A los que ya lo sabíais y lo habéis hecho, si he cometido algún error no dudéis en matizarme.

 

canción (y la cruz que tengo yo con los podcasts, que no hay manera de poner ni una sola canción en condiciones, mierda de Odeo, de GoEar.com (que por cierto te apuntan a CorreoDirect por el morro cuando te registras), y de todos)-

otra

 

Un paseíto por la red

Hacía tiempo que no me dedicaba a navegar sin rumbo por internet y lo he cogido con ganas.
He de decir que está flojucha la blogosfera, se nota el verano. Por eso me he dedicado a expandirme y descubrir nuevos territorios.
He leído montones de páginas, absurdas algunas, interesantes otras, y a pesar de que varias las he guardado en “Favoritos”, sé que es raro que las vuelva a revisar, aunque quién sabe, quizá algún día de aburrimiento insoportable lo haga. En los youtubes se me suele ir bastante tiempo, desde que existen la navegación no es lo mismo.

No puedo evitar ¿torturaros? y compartir mis hallazgos y entretenimientos de estas últimas horas, que los he ido apuntando. Siempre acabo en los lugares más insospechados y hay un poquito de todo. No ha sido un rato especialmente sesudo, pero sí he recopilado tropecientas mil curiosidades. Si estáis de vacaciones, quizá amenicen esas horas muertas, y si no, os lo haga más llevadero, y si no… tampoco os perdéis nada del otro mundo, la verdad.

Estos Dvds están muy bien y quería ver la página web (ahí empezó todo). Me gustan los vídeos de Michel Gondry .


The White Stripes-the hardest button to button
 
 
Parodia
 
 
Fotos a alta velocidad (página muy interesante en general, fotos espectaculares, merece la pena)
Otras parecidas
De pronto esas fotos me han recordado un vídeo (se cierra el círculo), de Gondry o company, y me he tirado bastante rato intentando encontrar cuál era, porque no recordaba el nombre, ni del grupo ni del director, y no ha habido manera. Qué rayada. Odio cuando me pasa eso. Se convierte en una cuestión de orgullo contigo misma. Es como cuando te intentas acordar del nombre de un actor o una película, y sabes que lo sabes, lo tienes en la punta de la lengua, pero no te sale. Pues lo mismo.

A ver si alguien lo ha visto, aunque no sea una cosa muy popular: Está grabado con cámara rápida (o como se diga, que yo de cámaras no tengo ni idea) y en él se ven explosiones de objetos cotidianos, como un armario o una camita de niña, y lentamente cómo se expande todo el contenido. Si alguien sabe cuál es agradecería la ayuda.

Bueno, pues entre búsqueda y búsqueda, infructuosas todas, me encontré con esto: Al estilo de Gondry .

Más fotos: El alcantarillado de Japón (no sé cómo he podido vivir hasta ahora sin verlas)

Gunkanjima (no lo iba a poner, pero ya que estamos con Japón… ) Es una pequeña isla-mina que perteneció a Mitsubishi y ahora está abandonada.
Anuncio espectacular

Página web sorprendente Sólo el principio, al cargarse, ese instante.

Toquecito de humor: El Canon Justo

Curiosidad científica: El bostezo sería un sistema de enfriamiento automático.

El último libro de Harry Potter traducido al español . No es que me guste Harry Potter, que no lo sé porque no he leído ninguno, pero me he tropezado ese blog y, como parece que hay mucha gente entusiasta de la saga, he pensado que quizá le interese.

Maravillas del mundo antiguo , que no me acordaba de cuáles eran

Dieta del Paleolítico (claro que viniendo de una web que se llama muydelgada.com, no sé yo…)

Muchas fuentes gratis .Qué me gusta a mí una fuente.

Gadget. Se conecta al USB. No tiene que ser ecológico eso, no sé, pero ¡yo quiero uno!

Quiero jugar a esto . Es el juego en el que Will Wright (Los Sims) lleva trabajando desde hace mucho. Complejo y ambicioso (muchos dicen que se va estrellar con este proyecto), en él se controla la evolución íntegra de una especie. Promete 8 “niveles” bien diferenciados, cada uno de cuales tomará a otro videojuego como base de su mecánica:
- Fase molecular (similar al Tetris)
- Fase celular (Come-cocos)
- Desarrollo de las criaturas (combinando elementos de FPS con Diablo)
- Fase tribal (Populous)
- Desarrollo de ciudades (SimCity)
- Desarrollo de civilizaciones (combinando elementos de Civilization y Risk)
- Fase de terraformación (SimEarth)
- Fase galáctica (Masters of Orion)
Página oficial (graciosa)
No me gusta del todo la estética pero sí la idea, a ver lo “jugable” que es.
 
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Y si ya estáis aburridos de la muerte, podéis pasar el rato viendo las primerísimas actuaciones de algunas estrellas internacionales:
Stars, before they were Stars

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La cosa, propiamente dicha

All is full of love

Llegué, a través del país ése, el del miedo, las prohibiciones, el aparente bienestar y el brillo de los felices.

Tras “la línea” me esperaba un hogar, frágil, reconocible, tanto que podría haber sido el mío.

Tardamos tres días en partir, atrapadas por el rojo.

Siguiendo mi costumbre, salimos tarde, dirección San Quintín. Por el nombre pudiera parecer lejos, pero era sólo el principio. Tres horas y motel. Bueno, nos perdíamos, muchas horas y motel. Aquello no está precisamente bien señalizado. Llegamos entrada la noche.

Soy incapaz de describir el viaje fríamente, lo que en términos prácticos significa que no lo describiré bien.

Salimos al día siguiente, en serio ya. El desierto comenzó a hacerse presente. Cactus de esos típicos de las pelis de vaqueros, que se llaman “cardones”. Enormes, bosques de cardones.

"Cirios”, que son como los cardones, pero de un solo palo. Valles de cirios.

Desierto quiere decir muchos kilómetros sin verde (verde tradicional, que sí cactus) ni habitantes.

Muchos kilómetros.

300, o muchos. Más de 700 al final. El doble de vuelta.

Pueblo a mitad de camino llamado Cataviña. Pueblo = ¿diez casas?

Desierto. Desvío. Desierto. Volcanes. “Cuesta del Diablo”. Bajada en picado, aparición del Golfo de California: bahía adornada por multitud de islas vacías. El mar quieto, había que buscar la gasolinera y contactar con “Sergio”, que nos diría dónde estaba “Antonio el de las tortugas”, que nos alquilaría una choza en la playa.

Hecho. Allí nadie cerraba las puertas. Por no cerrar no había ni puertas.
En la choza de al lado estaba Tom, un guiri viejo y feliz que tenía dos pastores alemanes que eran dos soles. Teníamos nevera y todo, conectada a la batería de un camión, éramos la potentadas del lugar.
En dos días pasaron dos o tres viajeros más, y es julio.

El cielo más espectacular que he visto en mi vida. Ella también los ha visto así, pero lo suyo no cuenta. “Qué bonitas las luces del cielo”.

Playa. La verdad es que de noche en el agua me salió un bicho (cosa enorme) y salí escopeteada.

Comimos marisco casi todos los días. Yo, extasiada.

A veces hacía mucho calor.

La carretera transpeninsular hace zigzag por toda la península, centenares de kilómetros de desierto en cada transición.

Por capricho poníamos a Chavela en la radio del coche, o a Silvio, Chico Buarque o Antony, o a muchos, que daba tiempo.

Guerrero Negro, costa Pacífico, marisco, salinas, marismas, continuamos.

Desierto. Cuando digo desierto es desierto, no me repito más.

Oasis. Nunca había visto uno en mi vida. Es como en las películas, un grupito de palmeras sobre una base de agua en mitad de un secarral. Pues oasis. Allí viven algunas personas y da mucha alegría al llegar.

Desierto.

Controles militares. En todo el viaje sufrimos seis o siete. ¿De dónde vienen? ¿A dónde van? (Ésas preguntas que se hace la humanidad desde el principio de los tiempos, te daban ganas de contestarle una barbaridad, pero te contenías). A veces nos interrogaban, a veces nos registraban más. Se supone que buscan drogas. Sobre todo había cola a vuelta. Nos reíamos. (Recuerdo especialmente un control). Como hace calor ponen maniquíes para dar el alto. Les hubiéramos sacado fotos pero nos conteníamos, no era plan de buscar problemas.

Santa Rosalía, en la costa del Golfo (9000 hab), lo más habitado en 300 kilómetros a la redonda, por lo menos. Antiguo pueblo minero –cobre-, explotado por una compañía francesa, ahora en decadencia. Las casas eran de madera, prefabricadas, cien años de antigüedad, coloristas. Eiffel diseñó la iglesia, de chapa. Cuando llegamos había misa. En la casa de la cultura se daban clases de bailes polinesios.

Mulegé, costa del Golfo, otro oasis, llegamos anocheciendo.
Calor y humedad para reventar. Si hay algún culo del mundo (con todos mis respetos, que para ellos seremos nosotros), es éste.

Playa.

Yo, con todo lo que lo he criticado, pegada a ese aire acondicionado.

Cataviña, de nuevo. Hotel perdido (diez horas rezando para que hubiera habitación, que si no con las cascabel nos tocaba dormir), hotel maravilloso, caro, con piscina, bonito, colores mexicanos, cardones. A vivir me quedaba yo allí.

 

(En la foto salgo yo, pequeñita, a la derecha, para que veáis las dimensiones de estos "cardones").

Desierto.

San Quintín, de día, tiene interminables playas de arena blanca, y los lugareños parecen no apreciarlas. Dunas y pelícanos, y evangelistas bautizando, vestidos de blanco. Así, como fauna autóctona. El agua está más fría en el Pacífico que en el Golfo, cuestión de gustos.

Y vuelta a Ensenada, que parece el súmmum de la civilización.

Tijuana, San Diego, Philadelphia… Madrid.

Muy mal descrito todo, no puedo hacer simulación de análisis sociológico porque pocas personas había. Es tan diferente que por mucho que diga no refleja la realidad, de tan inhóspito y remoto.

Veinte mil maneras y perspectivas habría de describir este viaje, ésta es sólo una.

Preludio onírico

A los amigos blogueros: os he leído, todo todo, como la niña del anuncio. No he respondido por falta de tiempo, y por falta de disposición, más probablemente. Especialmente a la “Mala” (dame tiempo).

Fui al concierto de Björk, el 18, en Las Ventas. Björk es divina, definitivamente. Cantó “Hunter”, oh sorpresa, la segunda, y Bachelorette, y casi todas. “All is full of love” no, Nayib la echó de menos.

Más que “preludio onírico” debería llamar a esto “preludio alcohólico”, pero una es fina.

Yo pretendía haceros un resumen de mis vacaciones, día por día, lo que pasa es que tengo tal cúmulo de sensaciones que no doy abasto. Necesitaría a la dueña de Tizón, tan psicoanalítica y práctica ella, pero está por los nortes.

Lo suyo era eso, un día por día, y no es sólo el atasco emocional, sino el destartalo alcohólico. “Como Humphrey Bogart, en la barra de un bar”, decía Nayib hace unas horas. Sí.

Pagan poetry. (También la cantó).

Quería contar el viaje, esas horas, los kilómetros por el desierto. El amor y el paisaje lunar. La brevedad y la eternidad todo en uno, como el champú y el acondicionador.

Quizá esto se quede en preludio, y no llegue a más, me temo que suelo ser así.
Por si las moscas, os dejo las fotos (algunas)

Luego llegaron los días de Madrid, como si no conociera la ciudad, pisarla como nueva. La vida me regala otra vida, pequeña, contenida.

Durante meses no quise pensar en el futuro, supeditándolo todo a pequeños planes, a la inmediatez.

Ahora la vida se extiende ante mí como ese desierto, inmensa, abierta. Deseo hecho realidad, maldición que soportar. La copa se acaba y la vida queda. Dramática me he puesto.

Las imágenes luchan por su puesto en la memoria, y yo me niego a darle prioridad a ninguna…

CERRADO POR VACACIONES

Como ya dije en un post anterior, el lunes (2 de julio) me fui de vacaciones, y aquí estoy, living la vida loca, muy contenta, la verdad.

Estaré fuera un par de semanas, y en este tiempo no escribiré ningún post.

Pasadlo bien, tanto si os váis de viaje como si os quedáis en vuestros lugares habituales.

Nos leemos pronto.

Iwi

 

Pasaporte, en Madrid y verano

 

 

 

Llevaba varios días queriéndome renovar el pasaporte. En realidad, el que tengo no caduca hasta octubre, pero como es el modelo antiguo, y el lunes parto hacia los USA, necesitaba el nuevo.
Me empezaba a urgir, y el viernes, por circunstancias que no vienen al caso, no pude ir.
Miré por internet cuál era la comisaría más cercana a mi casa y los horarios. Lo ponía bien claro: calle Tal, número Tal, de 9 a 14 horas.

El lunes, a eso de las once, me dirigí tan tranquila a la comisaría, y nada más llegar, veo una especie de tumulto en la puerta. Me acerco, agudizo el oído y casi me caigo para atrás. No quedan números. ¿Números? No quedan números. Para hoy no hay números. El policía de la puerta sólo hace repetir la misma frase. ¿Y a qué hora hay que venir? A las nueve, mañana a las nueve se repartirán nuevos números.
Menos mal que me dediqué a hacer preguntas a los que se encontraban allí esperando, porque descubrí que había que irse a las siete y media para hacer cola porque si llegabas a las nueve o más tarde ya no pillabas número.
En ese momento también tuve la lucidez de ir a preguntarle a la de información (espera cola) si la foto que acababa de hacerme en el fotomatón era válida para el pasaporte, y me dijo que ése modelo sí, pero que la foto en concreto no, porque tenía un ¡brillo blanco! Toma ya. Tres euros tirados.

Me pregunto yo… sé que quizá es una pregunta tonta: si es una comisaría que se dedica exclusivamente a la tramitación de documentación, ¿por qué pone en el horario de 9 a 14?, ¿por qué en ningún sitio explican que si no vas de siete y media a ocho y media no te atenderán?
Encima el policía de la puerta tampoco te lo explica si no lo sonsacas. Y tampoco lo explica ningún cartel. Tan sólo hay colgado uno, viejo, donde figura escrito a mano, con una letra casi gótica: “Agotados los números para pasaporte”.
También hay otro que explica que el plazo de tramitación es de cuarenta y ocho horas. Ahí respiré tranquila. Me daba tiempo.

También me enteré, exponiendo mi caso a unos y a otros (en realidad casi todos se encontraban en circunstancias parecidas), que si a ultimísima hora te presentas en el aeropuerto, con un billete, te lo hacen en el acto, pero no quise ser tan arriesgada.

Total, informada, me fui a hacer unas compras para mi viaje y de tapeo con una amiga.

En un grave error de cálculo, esa misma noche, no se sabe cómo, acabé de copas con mi amiga, y llegué a casa pasada la una de la noche, con un tajón respetable.

No tengo remedio ninguno. ¿A quién se le ocurre?

Qué horror, qué mal cuerpo cuando me desperté. Muriéndome, descubrí que había overbooking en el baño, por lo que al final he llegado a las ocho a la comisaría.

Había una cola importante, aunque estaban mezclados los del DNI (que también van por número) y los del pasaporte.
A las nueve repartieron los números (algunas personas que habían esperado cola se quedaron sin ellos), y a mí me tocó el 59. Guardé el número, modelo carnicería, cuidadosamente en mi cartera, no fuéramos a tonterías.

No parecía mal número, el 59. La cosa aparentemente mejora cuando veo (en una pantallita luminosa, modelo carnicería igualmente) que empieza a contar a partir del once.

El pánico empieza a cundir cuando descubrimos (yo y los amigos que a esas alturas ya me había hecho) el ritmo al que evolucionaba la cosa. A los pasaportes se dedicaba una sola funcionaria, y ¿cómo describirla? ¿parsimoniosa?.

Hicimos cálculos, iba a unos trece números por hora. Sin embargo nos resistíamos a aceptarlo, pensábamos que en algún momento aquello aceleraría de alguna manera mágica.

Desayunamos, me hice nuevas fotos. Me dio tiempo a buscar una tienda de fotografía (por no sacar brillos esta vez), pero estaba cerrada. Otros tres euros en un fotomatón. Cinco años más con un pasaporte con foto con cara de espanto, con lo bien que había salido en las "inservibles".
Nos dedicábamos a estudiar los movimientos de la funcionaria, a criticarla (obviamente), a contar experiencias similares, a despotricar de la Administración.

La gente se llamaba de nombre su número, de apellido DNI o Pasaporte. Por ejemplo, yo era 59 Pasaporte. Aunque al final se hicieron grupos más cerrados y ya nos llamábamos por el nombre verdadero.

Charlando con unos y con otros, me enteré que de las quince comisarías que expiden documentos en Madrid cinco están en obras. Nadie ha pensado, obviamente, en trasladar a esos funcionarios a las que se mantienen abiertas, ni en hacer las obras en invierno, o qué digo yo, en otoño, ¿primavera? No, en verano, que es cuando casualmente (y lo saben) las comisarías se desbordan de gente que viene a renovar sus documentos porque se va de vacaciones.

Caso aparte merecen los niños. Hé ahí otra. Los niños, que acaban de coger vacaciones, ya pueden ir a comisaría y sacar los pasaportes para viajar con sus padres.
Cuando veíamos que padre/madre con niños se acercaba al mostrador nos echábamos a temblar, tardaban considerablemente más que los “singles”. Supusimos que, al ser la primera emisión de pasaporte, la gestión era más larga. Los extranjeros también eran temidos, pues solían echar su rato, aunque no comparable al de los niños.

Me he encontrado con gente que venía de otras comisarías, dándolo por imposible, y decían que la comisaría a la que yo fui es la mejor.

Por lo visto, en la de Santa Engracia (que abre también por la tarde, no como a la que yo fui), la cola es kilométrica, y a las dos, cuando cierran, después de no haber podido hacer nada en toda la mañana, la gente se queda esperando hasta que a las cuatro vuelvan a abrir.

Nos alucinábamos continuamente cada vez que el policía de la puerta le decía a todo el que iba llegando (sin tener ni idea de dónde se estaba metiendo y guiándose tan sólo por los horarios publicados en internet o colgados de la puerta, como yo había ido el día anterior) que no quedaban números, que mañana a las nueve. A veces éramos nosotros mismos a los que nos daba pena la gente y le explicábamos bien cómo iba toda la movida. Al no dar correctamente la información, no sólo le estás haciendo perder a la gente un día, sino dos, pues el primero se suele pagar la inocentada, si no es de no conseguir número, como me pasó a mí, de pensar que vas a tardar mucho menos de lo que al final tardas.
En un momento determinado, viendo que aquello avanzaba tan poco y empezándonos a asustar un poco, decidimos esperar un rato en la cola de información (no había otra cosa que hacer) y preguntar si había la posibilidad de que se quedase gente fuera a pesar de tener número. Y nos respondieron categóricamente que no, que si teníamos número nos atendían. Respiramos aliviados, sobre todo porque en mi grupo éramos de la zona de los cincuenta y tantos y los sesenta y pocos, y sabíamos que más o menos entrábamos, pero a pesar de las palabras de la de información, no nos terminaban de cuadrar las cuentas sobre cómo iban a entrar los 99.

Así pasaron las diez, las once, las doce (parece la canción de Sabina) y… ¡la una! Me atendieron, por fin, a la una.

La señora que llevaba el 99 tiene que estar contentísima, sobre todo por las mentiras que nos echaron los de información diciendo que entrábamos todos. Es completamente imposible que esa señora haya entrado según el ritmo que hasta la una pude observar.

Ah, y el cartelito que pone en la puerta de que los pasaportes te los dan a las cuarenta y ocho horas es mentira, yo puedo ir a recogerlo el viernes de nueve a dos. Eso son setenta y dos horas, si no se me ha olvidado contar.

Aunque bueno, visto como está la cosa, hasta contenta debería de estar de que por fin vaya a tener mi nuevo pasaporte e irme de vacaciones.

Había pensado en sacarme el carnet de conducir internacional. Le van a dar mucho. Pienso conducir, si al final lo hago, con mi carnet normal de España.
Una canción , para relajarme/relajarnos.

¿Funciona el Odeo? No, no lo puedo creer:


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