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¿ Hacemos un "simpa" ?

¿ Hacemos un "simpa" ?
 
A las dos de la mañana, a punto de conciliar el sueño, recibo un SMS: “Somos lo peor de lo peor y encima unas delincuentes”. No respondo.

Hasta hace unos cuatro meses sólo había hecho un “simpa” (irse sin pagar de un establecimiento) en toda mi vida, y llegaba sólo a la categoría de intento.

Antes de seguir, tengo que decir que es algo que me parece muy mal, y en muchas ocasiones me he negado a hacerlo (más por acojonada que por íntegra, - como robar en El Corte Inglés - , pero también es cierto que me parece muy mal).

En realidad sé que no es buena idea escribir estas cosas y menos mostrarlas al público, pero la verdad es que no me importa, mi blog es libre en sí mismo y no tiene pretensiones, y a mí me da igual todo (casi todo).

Mi primer simpa:

Tuvo su gracia. Fue hace muchos años, diez o así, durante la Feria de Almería.
Estábamos un grupo de gente bastante grande, al final unas doce o quince personas, en un bar de tapas completamente abarrotado, imaginad, en plena feria del centro. Lo típico de las ferias, nos encontrábamos con conocidos y el grupo fue aumentando. Durante nuestra estancia en aquel bar pedimos unas tres rondas de tapas y cañas para todos. No recuerdo bien de quién partió la idea del simpa, pero rápidamente tuvo seguidores, y nos fuimos diciendo unos a otros al oído el plan: ir saliendo de uno en uno, disimuladamente, aprovechando el tumulto, y encontrarnos a la vuelta de la esquina. En cualquier caso, llegó un momento en que no era posible la disidencia, porque gran parte del grupo ya había desaparecido. Entre los conocidos que se nos habían añadido se encontraba la prima de uno, que habiendo llegado mucho más tarde, y en un estado etílico considerablemente menor, no se había coscado de la operación. Yo fui de las últimas en salir y presencié el fracaso. La chica se quedó clavada. Se escuchó: “corre, corre”, pero la chica no se movía del bar, perpleja, sin entender qué sucedía. Al ver que los últimos rezagados, que venían tras de mí, corrían, yo corrí también, pero justo antes de volver la esquina pudimos ver al dueño del bar, puede que alarmado por los “corre, corre”, no lo sabemos, conversando con la chica. No podíamos dejarla cargar con el marrón, así que algunos de nosotros volvimos, haciéndonos los despistados y diciendo “yo creí que ya habían pagado”.

Quizá debido a este primer y estrepitoso fracaso, durante muchos años después de eso no me pareció buena idea hacer un “simpa”.

Si en este tiempo alguna otra vez me he ido sin pagar, que no lo recuerdo, pero no me extrañaría, sería por puro despiste o confusión.


Simpa Dos:

Je, aquí triunfamos. No fue premeditado. Ahora que lo pienso, dudo que la mayoría de ellos lo sea, sólo los de los muy profesionales; yo creo que es más bien fruto del transcurrir de los hechos, normalmente acompañados de ingesta de alcohol, que hace que disminuya tanto la integridad como la sensación de peligro.

Éste sí que fue un “simpa” en toda regla, ya que te pones hazlo bien.
Salimos del cine, mi amigo, mi amiga y yo (claro, aquí sí que no se pueden dar nombres, ni links). Nos fuimos a un local muy de moda, de los de sofá y diseño, principalmente porque estaba allí al lado. Felices, nos pedimos un mojito, mientras comentábamos la película. Más felices aún, jugamos a “entrevistas ficticias”, simulando que el sofá pertenecía a un plató de televisión y nosotros éramos presentadores y estrellas del porno. Partiéndonos de la risa pedimos un segundo mojito, y otro más.
Entonces nos percatamos de que los mojitos costaban ¡ocho euros!. No terminamos de ajustar los cálculos, pero tuvimos la impresión de que era posible que, ni siquiera juntando el dinero que llevábamos entre todos, nos llegara para pagar la cuenta, y desde luego olvídate de continuar la noche. Una va de expedición a la planta baja, donde están los baños, porque nos parece recordar que había una salida por allí, pero está cerrada. La barra pilla lejos, y la puerta muy cerca de donde estamos sentados, sería cuestión de encontrar el momento en que alguno de los clientes tapara el campo de visión de la camarera. Hacemos el plan, le damos mil vueltas, otro sale a la calle a ver cómo es, vuelve y nos lo cuenta. Pensamos en separarnos una vez en la calle y confundirnos con los transeúntes, el local está oscuro, es posible que la camarera no nos recuerde bien, y si sale a la calle buscará a tres personas, será difícil que nos recuerde por separado, de pie y de espaldas. No nos terminamos de poner de acuerdo hacia dónde debe ir cada uno ni dónde debemos reunirnos una vez completada la huida, cuando el local repentinamente se empieza a llenar, llega un grupo numeroso de gente, y ocupadas todas las mesas como estaban, se dedican a pedir masivamente en la barra. Es nuestra ocasión, si esperamos a que se recompongan, la perdemos. Sin pensarlo dos veces cogemos la puerta. Caminamos, paso apresurado, hasta el final de la calle, que está cerca. Al tomar la esquina, todos echamos a correr. Me separo de mis compañeros y al volver a torcer otra esquina, me calmo, me suelto el pelo y comienzo a caminar tranquilamente. Chute de adrenalina: el corazón se me sale del pecho, al tiempo que me invade una extraña sensación de felicidad. No sé qué ha sido de mis compañeros, y lo peor es que, al no haber terminado de concretar el plan, no sé dónde debemos volver a encontrarnos. Nos llamamos por teléfono y al final, no sin esfuerzo, volvemos a reunirnos. Todo salió bien.
Nos fuimos a una champañería a celebrarlo.

Simpa Tres:

Toda la vida sin hacer simpas y en un solo día “cometo” dos.

Fue el otro día, el jueves: Habíamos almorzado pronto, y a media tarde yo, que estaba especialmente caprichosa, tenía hambre otra vez. Entramos en un bar tipo delicatessen, de los de mostrador de carnicería en la entrada y mesas con forma de barril. La edad media de los habituales era relativamente elevada, yo siempre digo que eso es buena señal, que se trata de gente que lleva mucho en el negocio y sabe adonde ir. Mucho polito rosa y flequillos repeinados hacia un lado, pero nosotras vamos a lo nuestro. Nos pedimos unas cañas, que en ese lugar siempre van acompañadas de una buena tapa de queso. No satisfecha con eso, quiero algo más, por lo que me pido una tosta, de jamón y salmorejo. Otra caña. El jamón me encanta y me pido un tabla entera, del bueno, del ibérico. Otra caña. Sigo caprichosa, con un hambre anormal, y ya que estamos, un día es un día, quiero un postre, tarta de queso con limón. Satisfecha, me tomo otra caña, con su tapa, siempre la tapa.
Bueno, tampoco fe un simpa propiamente dicho, fue con toda la complicidad de la camarera, algo inexplicable:
Al tiempo de pedir la última caña se nos acerca la camarera que nos ha atendido toda la tarde (los platos aún sobre el barril/mesa) y nos dice, sonriendo: “Chicas, ha habido un problema, se nos ha perdido vuestra cuenta”. “¿Entonces?”. “Entonces no tenéis que pagar nada”. Pregunto yo, tonta de mí, e incrédula, mirando las cañas que acaban de depositar sus manos sobre la mesa: “¿Y esto?”, y ella, casi molesta: “Bueno, pues pagad esto nada más”.
No nos lo podemos creer. A la hora de pagar nos levantamos, ha anochecido, el local se ha llenado de gente y la camarera, ocupada, no nos hace ni caso.
Decidimos que nos íbamos sin pagar nada, que era el verdadero deseo de la camarera, pero nos quedó una mezcla de incredulidad y remordimiento, y nos pareció casi un simpa. Desconocemos las razones de la camarera para invitar así a dos desconocidas. Era fácil calcular qué nos habíamos tomado con sólo mirar la mesa. La cuenta hubiera supuesto un dineral.
De todas formas no pensábamos volver a ese local. Se comía bien, pero como en tantos, y la clientela era demasiado pija.

Simpa Cuatro:

Sin poder creer nuestra suerte, y un poco achispadas, decidimos tomarnos la última, como fin de fiestas. Pensamos ir al Chesterfield, local tipo cervecería americana, en el que suele haber actuaciones. No lo encontrábamos, por lo que decidimos meternos en el primer lugar que pillásemos. Pasamos por un “cocktail bar” en el que también ponen comida, con terraza, y pensamos en un mojito. Era un sitio bastante pretencioso, de grandes cristaleras y neones, mobiliario de diseño, carpa blanca en mitad de la calle y sillas diferentes a las habituales de terraza, todo en blanco.
A nuestro lado está sentado un americano obeso que da cuenta de un costillar. Las otras clientes son dos chicas americanas jóvenes que también toman mojitos. Hace un poco de frío y viento en la terraza y no nos convence el local. Tardan un cuarto de hora en atendernos, a pesar de que apenas hay clientes (camareros de verano, pensamos). Una vez hecha la petición tardan otro buen rato, excesivo a todas luces, en traernos las copas. Una vez que nos las traen, descubrimos que los mojitos están asquerosos. Las americanas se las ven y se las desean para que les atiendan y les traigan la vuelta de la cuenta, y nos dejan a solas con el americano, que se ha pedido un postre, que riega abundantemente con vino. Pedimos la cuenta, pero pasado un cuarto de hora no viene nadie. Ni siquiera podemos hacer contacto visual con el camarero, porque el local, a pesar de ser de cristaleras, tiene doble piso, y la barra está en el segundo. La única posibilidad sería entrar a pagar al local. El capítulo mojito nos está resultando eterno. En ese momento descubrimos que el americano, que lleva esperando tanto tiempo como nosotras para pedir la cuenta, ni corto ni perezoso, se levanta y se larga. Nos miramos estupefactas, y casi al unísono, llegamos a la misma conclusión: “¡vámonos nosotras también!”. Tomamos la calle en la misma dirección que había tomado el americano. Ahora me doy cuenta de que era un error, porque el tramo de calle contrario era más corto, pero en el momento nos pareció lo mejor. De pronto miramos y el americano ha desaparecido. Ni idea de su paradero, un misterio. Se metería en un edificio, en un coche o cogería un taxi. Andamos deprisa, somos conscientes de que el camarero puede salir en cualquier momento porque ya estaba tardando mucho. La calle se hace eterna. Y cuando pensamos que ya llegábamos a la esquina, oh sorpresa, no es esquina, sino un edificio que se mete ligeramente porque tiene una especie de porche. En realidad estamos todavía a mitad de la calle. No quiero volver la cabeza porque eso es delatarse directamente. Ahora sí que se nos hace eterna la calle, buscamos un portal, cualquier rincón, lo que sea, pero nada, la única salida es seguir adelante. Ahora nos hemos distanciado la una de la otra, como si no nos conociésemos, pero es una medida un tanto estúpida porque somos las dos únicas personas de la calle. Por fin llegamos a la esquina, podemos volvernos a mirar y allí no se veía a nadie. Exceso de adrenalina. Decidimos ir a celebrarlo a un bar de tapas normal, y cenar algo (como si no hubiésemos comido lo suficiente a lo largo del día). Nos pedimos otras dos cañas, unas croquetas y unos huevos rotos. Mi amiga insinúa volver a irnos sin pagar, pero cuando ya están cerrando un bar es un poco difícil, y de todas formas es mejor cortar los vicios a tiempo.

12 comentarios

pino -

para no gustarte los simpas haz participado en unos cuantos

Supra Vaider High -

No pains, No gains. Believe yourself. You'll be successful. Please remember never too old to learn! Let us work together.

Mario -

Que máquinas! pues yo me he echo como 100... es lo mejor del plantera... es más si el Rey va y lo invita todo el mundo y nunca paga... yo no voy a ser menos que el... tampoco quiero ser más... así que yo hago lo mismo... como... buen vino, jamón, jambas... yo no miro el producto... miro el precio... y lo más caro por mis huevos que mo lo como y no me mosqueo! jejeje... y encima postre... pero es que no me pongo ni nervioso... me la pela... nunca me han pillado... pero si me pillan me da totalmente igual... lo que no aconsejo a nadie... son los chiringuitos de la playa... suelen ser de familias y esos como te pillen te matan! Saludos y Simpas a muerte!!!

manning -

por primera vez en mi vida hoy he hecho un simpa, la verdad es que no ha sido planeado, sino que ha surgido tal cual se ha brindado la ocasion, no es la primera vez que por el hecho de que me hagan esperar para cobrarme he pensado en irme sin pagar, pero hoy lo he llevado a cabo, y la cosa a surgido tal cual que le he dicho a mi colega, oye estos tios no los veo muy motivados por venir a cobrar, y si hacemos un simpa? a lo que el me ha dicho: - no hay huevos.- y vamos que si hay huevos jaja, he salido caminando como si nada del bar, fuera estaban dos colegas uno controlando a otro que estaba echo polvo por culpa del alcohol ingerido, y le he dicho vamos que acabamos de hacer un simpa, y el se ha quedado pensando hasta que ha conseguido averiguar que significaba, a unos 15 metros del bar hemos oido:- oye, oye¡¡ a lo que yo he dicho cuando doblemos la esquina patas pa que te quiero, y dicho y hecho, cuando hemos doblado la esquina he empezado a correr y todos me han seguido, la verdad es que nos hemos reido lo maximo, y lo mejor ha sido cuando hemos echado en falta al colega que estaba hecho polvo por el alcohol, que al final sin saber como en lo que estabamos corriendo el ya estaba de camino a su casa, la verdad es que ha sido una gran anecdota.

Iwi -

disco recopilatorio, quería decir, obviamente.

Bostich : http://www.youtube.com/watch?v=PJFShE1VfEc

Iwi -

Brixta, no me hagas hablar, no me hagas hablar...

Gurb, gracias. A mí me gusta mucho el tema también. De Yello me gusta también alguna otra, como Bostich, y menos la de Oh Yeah, que quizá sea la más famosa. Tienen un disco repolatorio, Essentials, que se deja oir muy bien. Echando la vista atrás hacían temas bastante avanzados para su época allá por los ochenta.

gurb -

Wa_pi_si_mo el temazo "The Race" de Yello. En el coche me lo enchufo a todo leche. Es que lo escucho y dan ganas de salir a hacer mil pirulas.

Y wapisimo como cuentas las cosas. Me encanta. Eres mi ídolo. Me ha encantado este post, de principio a fin.

Brixta -

Tu amiga y tu sois lo peor!!!
Chorizas, ademas de delinquentes. :D

Iwi -

No no, si ya paro, pero ha sido interesante este contacto con "el lado oscuro",
y no me extraña que enganche, es mucha adrenalina y dinero que te ahorras por el morro.

Óscar -

Mujer de dios, que dicen que eso engancha y acabas cleptómana perdida y te eligen concejala de urbanismo.

Que yo recuerde, nunca he hecho un simpa (porque implica ser consciente de que uno está yéndose sin pagar). Eso sí, lo mío es fuerte. Me fui del dentista sin pagar. ¡Del dentista! Suerte que es de confi...

Iwi -

Yo también me lo doy, no te creas.

malayerba -

Me dais miedo...