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weblog de Iwi

Contracapítulo: Personas a las que dejé de admirar I

También fue mi profesor en primero, no diré su nombre no sé por qué, pero algunos sabréis a quién me refiero.
Siendo profesor se caracterizaba por su aparente integridad, por poseer una visión ecuánime de la Historia y por darle siempre, dentro de la misma, un hueco a la mujer (la de cosas que aprendí). Parecía guay.

Unos once años después, coincidió que terminé viviendo en su mismo edificio. Éramos vecinos.
Cuento brevemente la situación que se daba en aquel bloque de pisos (en pleno centro, en principio el sitio más “bien” en el que había vivido):
Al tiempo de establecerme allí, descubrí que en la planta de arriba había un puticlub, pero no un puticlub en condiciones, como el que había tenido en el balcón de enfrente durante cuatro años un tiempo atrás, sino uno en el que chicas de otros países (Brasil, Bolivia, alguna del sudeste asiático) estaban siendo explotadas. Después de un episodio que conté hace tiempo en este blog (según recuerdo es el único que he borrado por lo fuerte que era), y de mi charla con el guardia civil, descubrí que mi casero, y al mismo tiempo presidente de la comunidad de vecinos, estaba “comprado” de alguna manera por los que regentaban el piso de citas.

La relación con mi casero (el peor que he tenido, qué hijo de puta), casualmente mi vecino de puerta, era muy mala y había llegado a un punto de no retorno en el que apenas nos dirigíamos la palabra y era todo falsedad por ambas partes.

Yo ya estaba muy mosqueada con el tema de las chicas de otros países (vale que exista la explotación en el mundo, pero verla –y oirla- todos los días quema a cualquiera), y a ello se unieron otros episodios, tanto míos como de mis compañer@s de piso, sucedidos en el ascensor con clientes que subían al puticlub (los que iban pasados), que nos atemorizaban con ofertas o palabras soeces, por no hablar de las veces que te encontrabas gente metiéndose coca en el portal (se había convertido en costumbre, ya venían de la discoteca de al lado y se formaba allí un ambientillo paralelo y todo); que esto último no es que me importase, pero bonito no está.
Realmente, si el piso hubiese sido de prostitución digamos “limpia” (como sucedía por ejemplo en el otro que conocía, que en cuatro años apenas vi nada fuera de lo normal y las prostitutas eran unas vecinas amables más), yo no hubiera dicho nada, pero ahí se cocía lo peor. Y me parecía peligroso para todos los que vivíamos allí porque le abrían el portal a cualquiera y a cualquier hora. Yo algunas veces no me recogía precisamente temprano, y me arriesgaba a encontrarme, cualquier noche, al volver a casa, con alguna situación desagradable.

Pero claro, yo no era propietaria, no podía hacer ni decir nada, y encima mi casero era el presidente de la comunidad y no quería que nuestra relación se deteriorase aún más.

Así que decidí hablar con aquel buen hombre, el que fuera mi profesor –de Derecho, catedrático- para ver si él podía comentar algo en las reuniones de vecinos. Le conté todo lo que pasaba (me extrañaba que él no se hubiese dado cuenta con el tiempo que llevaba allí, ni nadie dijese nada), que era peligroso para todos y que en el edificio también vivían niños (mi casero, por ejemplo, tenía una hija de cuatro años).

Me respondió, muy borde, que él no tenía nada que ver con eso, que buscase ayuda en otra parte.

A la mierda la idealización.

2 comentarios

Iwi -

Joder, no se me había ocurrido ESO, pensé que a él también le podían estar pagando, o que le daba miedo meterse, o que ya tenía un enfrentamiento anterior con el presidente, o lo que fuera, pero no ESO, que no le pega nada, aunque vete tú a saber, es cierto.

Brixta -

Vete tú a saber..... Piensa mal y acertarás.

Molan los colores nuevos. ;)