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Ya sé que no sé ve bien, pero es lo único que queda.

Éste, de nuestra casa de Gales, me gustaba mucho. Estaba tras una puerta, por lo que se podía ver y ocultar a voluntad.

Ventana Velux

Tumbado en la cama, con su dedito recorría la textura de la pared, deteniéndose en los grumos más abultados del gotelé. Los reconocía, los acariciaba, eran parte de su universo, construía constelaciones con ellos, y día tras días los contemplaba, a través de la pantalla borrosa que las lágrimas le ofrecían, perdiendo la vista en su blancura.

  
Cuando dispuso del suficiente dinero se construyó una casa y en la buhardilla situó el dormitorio. En el techo inclinado instaló una ventana, tan larga como su estatura y de un metro de ancho. Bajo ella colocó la cama y ahora, todas las noches, lanza su vista hacia el infinito y se pierde en las estrellas de verdad.

Vértigo

Un día amaneces y descubres que la verdad, ésa que lleva tiempo ahí, rondando, tomando forma poco a poco, ha aflorado. Tan clara y brillante que cerrar los ojos ya es inútil, tan evidente que te arrastra hasta su centro.

Y tú, maestra en derrotas, que día a día te pensabas fuerte, el consejo siempre en los labios, tienes que reconocer que la vida no admite riendas, que el tiempo no se puede suspender a voluntad, que los estados de felicidad, ya lo sabías, no se dejan atrapar.

No eras dueña de la eternidad, fue tu pequeña mentira privada.

No, ahora la verdad te exige otro salto al vacío.

De Amores

De Amores

Edith y Marlene

(Amores antiguos, -sonia, lo prometido- ):

 incipientes:

Se me olvida, Sutileza, eres jugadora de alto nivel: ha de ser más delicado, hay que concentrar el te quiero y me quieres en una sola mirada, en una fracción de segundo, hilar más fino, el placer será mayor, decirlo todo así. Se dirá. ¿Me entenderás? Cuánto me temo que sí...

 inevitables:

¿Por qué no reconocerlo, ser sinceras de una vez?

Yo nunca podría ser tu amiga, nunca exclusivamente eso.

El deseo es capitán en el ejército de mi corazón.

 arrepentidos:

Tu amor, el amor que siento por ti, sé que podría devorarme, por eso no lo alimentaré más. He mentido antes y lo haré otra vez; sí, estoy triste, pero es una tristeza diferente, nueva, la que mi alma tenía reservada para ti.

Fue tan fácil decírtelo todo, te dejas, no haces daño... No, nunca te idealicé.

Extraños, los resquicios del corazón, los mecanismos del deseo... los juegos traicioneros a los que nos sometemos nosotros mismos.

¿Qué te he hecho? ¿Qué me ha pasado? Perdóname.

 plenos:

Escribir tu nombre.

Especie de sortilegio,

me quedo atrapada en el mundo que tú representas. 

 inciertos:

Entonces leerás esto, el desconcierto te inundará, pero será por muy poco tiempo, rápidamente recogerás, te reharás y me ofrecerás una solución, que puede ser una objeción, un silencio o una sonrisa. ¿Quién sabe? ¿Y qué más da?

Amor, yo también vendo el alma, pero no ha hecho falta, ahí está, con tu mera existencia me doy por satisfecha.

 resignados:

Lo vas a matar tú.

Acepto el destino.

 imposibles:

Los bellos poemas de amor se tornaron. Tu imagen ya no está, retenida en mi cabeza, rememorado el segundo y atrapada para siempre. No me deleito en tu perfil, en tus ojos o en tu sonrisa. No me quiero hacer daño.

Todavía se me escapa pensar qué harás. Me consiento eso.

  perdidos:

Por esa sonrisa de cuando eres feliz daría un buen puñado de mis años.

Te escapas como agua entre mis dedos, y yo sólo puedo disfrutar de la belleza de la caída, como en un accidente natural.

Abrió los ojos…

 Abrió los ojos y se encontró sobre el suelo del cuarto de baño. Debía de llevar allí un buen rato, porque tenía la cara pegada al pavimento por una sustancia viscosa que resultó ser sangre. Se miró al espejo y comprobó que provenía exclusivamente de la nariz.

Mientras se limpiaba, en un esfuerzo por descubrir cómo había llegado hasta allí, logró recordar una gran bolsa transparente de la que esnifaban directamente y la luz abrasadora del mediodía cuando salieron del garito.

Oía música y voces en el salón. Debían de ir tan puestos que no se habían dado cuenta de su ausencia, o ni siquiera les importaba.

Entonces, se dio cuenta de dos cosas: que no se iba a volver a meter nunca más y que ella no le quería.

Ser puta

Le gusta bailar. A ella no se le cumplieron los sueños. Se limita a fingir que es una estrella en los bares llenos de humo. Cuando nadie lo espera, despliega su coreografía excéntrica y salida de tono, cierra los ojos, abre los brazos y se deja llevar.

Tiene una risa contagiosa que sólo se turba cuando ve un objetivo. No lo puede evitar, los percibe, los huele.

Le gustan las fiestas de pijamas con chicas lesbianas. Es más niña que yo.

Le importa la felicidad de los demás. Está empezando a quererse.

Sandra, déjalo ya.

FANTASMAS

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El emperador Domiciano (81 -97) gobernó de forma tan cruel que a su muerte se mandó borrar su nombre de todas partes.

Siempre me fascinó este hecho.

§

Cuando cumplí veinticinco años, todos mis amigos, en bloque, dejaron de hablarme. Eran mis amigos de los años de universidad, con los que había viajado, me había emborrachado, había compartido confidencias, a los que veía a diario… es fácil imaginarse la relación.

Tuvieron que elegir entre yo y otra persona a la que les unía una relación económica - mi exnovio, que era el cerebro de la empresa que habían montado entre todos-. Por supuesto, no me eligieron a mí.

Se me rompieron los esquemas. Me creó sensaciones de vacío, soledad, incredulidad, decepción y tremenda desconfianza en el ser humano. El desgarro que aquello me produjo superó incluso a algunas de mis rupturas amorosas.

§

1998 :  él, que era informático, ya tenía lo más parecido a lo que hoy llamaríamos un blog, “Cuaderno de Bitácora” se llamaba, donde relataba nuestros viajes y desventuras, adornado con fotografías. Yo era protagonista en muchas de las historias.

Ese blog todavía existe. Dejó de actualizarse ese mismo año. Cada vez que lo miro parecemos más jóvenes… Ha quedado ahí, atrapado en el tiempo.

Sólo hay un pequeño detalle:

borraron mi nombre.

 

Albert, el mafioso

Por razones prácticas he situado la siguiente historia en otra página:

“Albert, un mafioso de cerca”

Cabaret - Money (Bob Fosse 1972)

Dispersa

Anoche busqué por internet el nombre de todos mis antiguos amores, mis antiguos amigos, mi propio nombre busqué, y no encontré nada.

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entre líneas 

Te podría adivinar;

entonces, te querría.

Pero tú no lo quieres saber

y yo no lo quiero hacer.

--

¿Por qué no reconocerlo? Ha sido un gran verano, a pesar de mi depresión motivada por la inactividad y los problemas económicos.

Las plantas ya han crecido y la luz del sur pasa a través de ellas. El pajarillo se divierte chapoteando en un vaso de agua y ella se pasea desnuda a mi alrededor cantando nuevas canciones.

He hablado con mi madre, estaba en el hospital de Córdoba, acompañando a una vecina a llevar al marido de ésta a cambiarle el marcapasos. Como siempre, se ha hecho amiga de medio hospital y me ha contado cada caso…

Felicidades a todos, si leéis esto es que estáis vivos...

They are looking for a piece of peace

Mi hermana, desde la Universidad de la Paz  -ONU -,  Costa Rica:

Hoy han venido un montón de esperanzas y famas de improviso a la universidad para la paz, sabios todos ellos, cuando crezcan se dejarán la barba larga y se la blanquearán con cal como se hace con los sepulcros, para que a nadie le quepa la menor duda de cuánta sabiduría son capaces de albergar y qué plenas han sido sus vidas de entrega y renuncia ante tan bellos propósitos, todos ellos por y para la humanidad, nunca para ellos mismos.

Y qué guapos son! todos ellos, seguro que la gente se les ha quedado mirando embobados esta mañana temprano, en ciudad Colón. Me los imagino formando, en fila, sincronizados, tan lindos, diciendo compulsivamente...OH-MY-GOD-OH-MY-GOD, seguro que llamaron la atención.

Más tarde he preguntado a Juan Pablo quiénes eran y qué querían y me ha dicho que hay una convención de "gente que está buscando la paz", ¡así que era eso!, me he dicho, están buscando la paz!...GUAAAAAAAAAUUU!!!!!

Yo los vi antes, cuando han intentado encontrar en el jardín el árbol que plantó Kofi Annan, corrían despavoridos, casi se matan por ser los primeros en encontrarlo y tocarlo y sentirlo y olerlo, por supuesto lo han encontrado rápidamente, por cierto, que era un árbol muy estirado, que miraba por encima del hombro a los demás árboles. Son muy rápidos, seguro que si se ponen con tanto ahínco encuentran la paz en un periquete.

Y la paz, que penita me da! yo que ella me escondía, pobrecita que tiene que estar asustada de tantas ínfulas de grandeza, de tanta gente parloteando y tomando café, y admirándose de lo guapos que son todos, tan blanquitos que son! tan listos que no les pican los mosquitos, con sus ansias de libertad y sus deseos de justicia. Han llegado al break después de aplaudirse en la convención los unos a los otros y a sí mismos cuando nadie les veía, se han colocado formando un coro y han danzado en círculo, lo que como bien sabes se llama la alegría de los famas...mientras les preparaban los cafés

Y la Paz, pobre cronopio! que se cree que está invitada a la convención.... 

Lo que queda

Hace poco me enteré de que las tres características de la personalidad que se acentúan al ir llegando a la vejez son la depresión, la paranoia y la hipocondría.

Me acojoné. Si ya es así, ¿cómo no será cuando vaya pasando el tiempo? Me falta la hipocondría, pero eso me pongo yo y en un flis la desarrollo.

 

PEQUEÑO Y PÓSTUMO DESCARGO DE ODIO, DE RENCOR Y DE PENA

año 2002

PEQUEÑO Y PÓSTUMO DESCARGO DE ODIO, DE RENCOR Y DE PENA -email nunca enviado-:

Me he levantado con una sombra sobre mi cabeza. Era María José que me ha estado rondando toda la noche y yo sin saberlo. No le dedicaré las palabras que no merece, por mucho que mis ganas sean de explicarme, de justificarme; ante ella eso nunca dará resultado. El prejuicio que alberga contra mí es más grande que su capacidad actual (o su capacidad en general) de discernir con claridad. Además, su comprensión ya no me reconfortaría más allá que la de otros. Ahora está su vida, su versión de los hechos, y su derecho a tener formada la visión que desee.

En algo sí tuvo razón una vez, en que nunca nos entenderíamos, a pesar de mi cabezonería por que así fuera.
Yo tengo la conciencia tranquila, creo que ella no puede decir lo mismo.
Qué amor más ingrato, hasta el último momento...
Hubo un momento a partir del cual se dedicó a hacerme sentir como una mierda. En realidad siempre lo había hecho, ahora me doy cuenta, pero al menos, antes, era más sutil.
Me ha hecho pagar el error de su compañera de piso con sangre, (y el "error" de existir casi con mi vida). Ojalá nunca le hubiese pedido perdón por nada. La vez de la compañera de piso le pedí perdón sin sentirlo; yo no pensaba que hubiera hecho nada malo. Ojalá hubiéramos terminado para siempre la relación entonces.
Ya da igual.
Últimamente me decía que yo no tenía derecho a exigirle. Nada. Ni siquiera eso. Supongo que todavía sigue ese pensamiento en su mentecita cuadriculada. Yo entendí que como pareja no tenía derecho, pero sí como amiga y en eso no podía extirparme de mi cabeza, no digo un principio que yo tenga, sino un principio básico de las relaciones entre personas. Todos tenemos derecho, por ejemplo (es un ejemplo ficticio, una comparación, pero para que te hagas una idea), cuando se queda con una persona, a "exigirle" que acuda a la cita. Yo cedería, incluso si se llegara tarde, incluso si no se acudiera pero al menos hubiese una explicación. Pero yo no tenía derecho ni a explicación. Ni a justificación en nada, ni a poner una mala cara, nunca, y sí podía decir no, defender mi terreno, pero debía tragarme la culpa de que lo hacía por resentimiento, aunque así no fuera. Ya eso al final, cuando el vano intento de establecer una amistad. Está visto que no, y es más por ella que por mí. Por lo visto, sigo sin derecho a "explicación", y... yo así no juego. No, ya no. A mí se me dan "explicaciones", y no sólo una, más que a la gente, y se me piden "perdones", cuando es necesario, objetivamente necesario, porque yo valgo mucho, y soy respetable, y quien no lo juzgue así no tiene sitio en mi vida.
Hasta ahora, hasta hoy no me doy cuenta de que la culpa fue suya, que la loca era ella porque qué no tiene que habitar la cabeza de una persona para desquitarse así con otra, para descargar todas sus frustraciones. Y ni siquiera lo sabe todavía. Está bien sostenida en su mundo, en el que está empezando a construir, su carrera recién terminada, su nueva novia, su nuevo piso, su nuevo coche. ¡Qué pena me da! Va a dejarse hasta la última gota de sudor en construir sobre un terreno que no sabe pantanoso. Y cualquier día, el que menos se lo espere, la viga madre empezará a hundirse y, a partir de ahí, todo el edificio. Todavía osaba decirme que yo no le llegaba ni a la suela de los zapatos, que cuando yo iba ella ya había vuelto y que estaba a años luz por delante de mí en el camino por recorrer. Alomejor no sabe que la meta no está tan lejos, que está dentro de ella.
Qué estúpida he sido. Hasta el último momento. Debí darme cuenta de que la dinámica que había adquirido conmigo era irreversible. Cientos, miles de oportunidades le di; al principio, en un vano intento de recuperarla, al final sólo por salvar una amistad, por concederme el regalo de no terminar de destruir aquello que quise tanto. Porque la quise mucho, mucho. Quise salvar su recuerdo, pero ni eso me ha permitido. Ojalá nunca vuelva a tener una relación tan mala. Creo que he aprendido la lección en el sentido de que hay que saber cortar a tiempo, que las flagelaciones tienen su momento y su lugar y que hay que ser generosos en olvido cuando el olvido es requerido. Y debo seguir aprendiendo más sobre puntos medios, sobre equilibrios. Sobre la gente. Y sobre la vida.
Ha sido una relación destructiva desde el principio, aunque yo haya tardado tanto en darme cuenta. Yo antes salvaba el primer año. Eso fue solo la apariencia. Había empezado a destruirme desde la primera noche que me conoció.
No, no tiene su conciencia tranquila. Se escuda en mi sinrazón, en mi pérdida de papeles, en que me obsesioné con ella. Me obsesioné, la verdad. Me obsesioné porque no comprendía, porque no asimilaba y porque estaba perdida. Y enamorada. Y no encontraba otra puerta. Aún así me contuve. No creo que hiciera nada tan grave como para ser digno del castigo que se me infringió, nada tan grave que no hayan hecho muchas personas antes que yo. Y por no poder soportar la obsesión, por no recibir ayuda, por no saber ayudarme a mí misma y porque todo el mundo a mi alrededor parece que se puso de acuerdo para derrumbarse al mismo tiempo, me deprimí. Yo ya había superado otros desengaños amorosos, y sola. No eran las dedicadas a ella las primeras lágrimas de amor que derramaba. Pero a la importancia que yo había dado a esta relación, al peso que le había hecho tomar en mi vida, se unió la circunstancia, a diferencia de otras veces, que el mundo que me rodeaba no favorecía en nada mi recuperación. Ella lo sabía, perfectamente, y me dejó tirada.
No me ayudó nada. Nada. Su técnica fue la distancia. No digo yo que esa no fuera la técnica buena, al menos en un principio, hasta calmar las aguas, hasta que "se me pasase", como dijo ella en alguna ocasión, pero faltó el diálogo. No sólo faltó el diálogo. Me hacía daño. Me seguía utilizando para lo que le convenía, para cosas que requerían esfuerzos grandes por mi parte. Yo me tengo por generosa, en un límite humano, pero generosa, y muchas veces con un gracias me hubiera bastado, lo hubiera olvidado. De todas formas, al final, nunca le he echado en cara nada, al menos a ella personalmente, aunque alguna vez suelta si me haya desahogado con alguien y se lo haya contado (con Elisa, por ejemplo). También lo hago por mí, paso de seguir poniéndome de víctima, como decía María José que yo hacía, alguna vez con razón.
Lo hecho, hecho está; si metí la pata, si me rebajé, ya no puedo borrarlo, lo único que puedo hacer es asumirlo y procurar que no se vuelva a repetir, porque eso, de verdad, no es bueno ni para una ni para la otra persona. Además, que cargue con su culpa, no le pienso quitar ese peso de encima dándole a entender que fueron gestos de persona que desvaría, que los hice porque yo quería; sí, los hice porque yo quería, pero ni ella debía habérmelo pedido, ni haberme permitido que los hiciera, si medio me quería. Y lo peor es que ni me lo agradecía, porque si por lo menos lo hubiera hecho a mí estas cosas se me hubieran olvidado y no estaría hablando ahora de ellas. Y no pedía que se acostara conmigo a cambio, ni mucho menos, ni nada que tuviese que ver con el amor. Con un tratarme bien, con un apoyo sincero y comprensivo me hubiera bastado. Es una desagradecida (no fuera a ser que un gracias, que una atención, cosas que le harías hasta a la gente de la calle, fueran malinterpretadas por mí, (¡qué cara tuvo...!, ampararse en eso para cubrirse las espaldas, autojustificar su egoísmo de esa manera...). No tuvo ni una pizca de comprensión, de tolerancia... Ella misma estableció el tope, las reglas según le convinieron mejor, sin pensar en mí nunca. Y yo sé lo que es dar, normalmente, a alguien que está enamorado de ti y tú no de él, y que esa persona malinterprete, porque me ha ocurrido con otra gente, y lo desesperante que es, pero siempre hay que tener un poso de generosidad, de comprensión, en el fondo de ti, y dar tiempo al tiempo. De todas formas, lo que siempre he clamado es que entendiera que yo no malinterpretaba, porque hay gente que malinterpreta, y cuando estás enamorado casi todo el mundo tiende a juzgar según le conviene, un gesto, una mirada... Pero ése no es precisamente mi caso, y nadie entendió esto nunca, porque yo estoy siempre tan a la defensiva que, incluso que me lo estén dando de verdad, es muy difícil que me lo termine de creer.
Sólo me llevo una victoria, por amarga que me supiese. Fui yo la que dijo no a follar. También me utilizaba en eso y, cuando me di cuenta, me mataba el dolor. A ella le dolió tanto, en su orgullo supongo, que me dijo que nunca más volvería a tocarla. Lo cumplió. Yo tampoco lo intenté más.
Creo que si, en el fondo, no quiere volver a saber de mí es porque le recuerdo lo que ha hecho. Al principio se lo recordaba con mis palabras, intencionadamente. Ella no estaba dispuesta a que nadie le hiciera eso. Lo que ocurre es que hasta eso da igual. Con el tiempo ha ido descubriendo que hasta mi sola presencia, hasta mi sola existencia se lo recuerda, aunque yo no haga nada. A mí me ha costado superar mi parte, o quizá estoy todavía en ello, pero ella no ha superado la suya, y ella no sabe lo del truco de que olvidar, en determinadas circunstancias, no vale. No en cosas tan importantes, no en cosas que llevamos tan dentro, y aunque ella en el fondo no me quisiera o fuera sólo a su manera, no puede borrar que pasó dos años de su vida completamente ligada a la mía, durmiendo cada noche, costado con costado, en la misma cama de noventa. Como ha optado por olvidar completamente, cualquier referencia a mí, cualquier alusión, le recuerda. Por eso no lo soporta. Y opta por culparme, por despreciarme. Está tan susceptible al respecto que cualquier cosa, por nimia que fuera, lo relacionaría. Quizá yo también, pero sólo como residuo del daño que me hizo y de una manera más serena y consciente.
Sé muchas cosas de ella que al final no le he podido contar. Sé que le hubiese podido ayudar, pero ella nunca aceptaría ya ningún consejo válido que procediese de mí, tanto me desprecia, tan perdida cree que estoy. Ella no supo ni la mitad de mi depresión, nunca. Ni mi crisis, ni la historia con Sofía, ni el dolor que me había causado nuestra relación. No sabe el trabajo que me costó, ni lo que he evolucionado. No sabe nada, se deshizo, se desprendió. Se aferra a verdades sabidas, pero ésas son verdades antiguas que ni entonces, pero mucho menos ahora, se corresponden con la realidad.
A veces le deseo que sufra, otras, pienso en lo que la quise y que un poco de ese cariño todavía habita en mí, y deseo que evolucione, que se dé cuenta de las cosas por un camino menos doloroso que el que yo tuve que pasar. Otras, me da igual. Mi curación es que me dé igual. Empiezo a sentir nada por ella y a no plantearme lo que ella pueda sentir por mí.
Se salvaría si llegase a querer a esa novia que se ha echado. Me temo que eso va a costar trabajo. Sobretodo, si se dejase querer por ella. Su problema es que no se deja querer. No se cree merecedora de ello en el fondo. No sabe lo que es la entrega, ni que no se puede querer bien si no te quieres bien. No sé si me entiendes lo que te cuento o me he puesto tan trascendental ya que he perdido la claridad.

Comprender a María José me ha quitado el sueño más de una noche. De todas formas ése es su problema ya, y a mí no me atañe. Ésta ha sido de las últimas (nunca se puede decir la última, pero sé claro que no tengo ganas de más). Quizá me la ha recordado el que anoche estuvimos hablando de estos temas. Y que está muy reciente en el tiempo el incidente de que me colgara el teléfono, que yo he considerado ya el desprecio supremo, y por lo tanto, el último. Ya era por inercia, por curiosidad, por aplicar los nuevos conocimientos a un viejo problema conocido e irresoluble. Un ejercicio mental que no deseo volver a ejercer porque, en los momentos en que baje la guardia, todavía me puede afectar. Porque nadie me había hecho sentir tan poco válida, me había hecho dudar de mis virtudes, de las cosas de las que siempre estuve orgullosa de mí y gracias a las cuales podía sobrevivir en los tiempos malos. Hacía muchos años que nadie me humillaba tanto ni me hacía sentir utilizada, tan poco querida.
Fue una relación tan compleja, tan destructiva... Lo peor es que no me di cuenta a tiempo. Ya dan igual las lamentaciones. La cuestión es que terminó.
Yo debo procurar cuidarme a mí misma. Primero me encontré a mí, y luego te he encontrado a ti y pienso ponerme a construir, pero bien, siendo consciente, y sobre una base sólida.  Nuestras relaciones anteriores deben servir como escuela para aprender a hacerlo mejor.
María José está enterrada para mí y no voy a permitir que se levante ni una sola vez más para atormentarme. No dudo que la experiencia, dentro de lo profundamente amargo, fuera enriquecedora, pero quedará para eso, como lección para tiempos venideros.