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weblog de Iwi

Pesadilla

DCD - Bylar

 

 

 

La Pesadilla, Henry Fuseli, 1781

 

Ya sé que contar los propios sueños, los que tenemos mientras dormimos, es lo más aburrido para los demás que se puede hacer, es casi como poner a tus invitados el vídeo casero del bautizo de tu sobrino o ese viaje organizado a El Cairo tan bonito. Para el que lo hace, para el que cuenta su sueño, es tan fascinante que no se para a pensar que a los demás les da más o menos igual, por no decir que les importa un comino, porque no pueden recrear esas imágenes tan vívidas ni sintieron esa emoción que todavía dura en la mente del narrador, y seguramente, aunque parezcan prestarle atención, asentirán por inercia y estarán pensando en lo que van a hacer de comer ese día o si les dará tiempo a llegar a tal o cual lugar.

Pero, como el blog es mío, y no puedo siquiera ver vuestras caras de sopor, puesss ahí va:

No suelo tener muchas, pero en los últimos tres meses he tenido tres pesadillas. Pesadillas, de verdad, es decir, malos sueños, no pesadillas de me han robado la radio del coche o intentar darme de baja de un servicio de adsl.

Hará tres meses soñé que había una guerra nuclear. Acojonante. Me dejó una sensación de desasosiego que me duró días. Lo bueno es que me dejó inmunizada frente a cualquier desgracia cotidiana una buena temporada, todo era nimio frente a la posibilidad de aquella catástrofe.

Hace unas dos semanas soñé que había un golpe de Estado ¡en Italia!, y cómo daban las radios la noticia y todo eso. Los servicios secretos iraníes tenían que ver en la operación. Una cosa surrealista total. (Sí, a veces tengo pesadillas de política internacional, me lo tengo que hacer mirar).

Pero miedo, miedo de verdad, pasé la noche del viernes. En esta ocasión no tenía que ver con la política internacional (o sí, vete tú a saber con esas interpretaciones de los sueños tan rebuscadas que a veces se oyen por ahí). El sueño comenzaba con mi madre, mi hermana y yo, en la cocina de mi madre, junto con, y esto es lo más inquietante, el calvo de Telecinco, que lucía un polo azul marino de manga corta. Teníamos una máquina de hacer zumo de naranja de ésas de tubos transparentes de los bares y estábamos todas muy entretenidas con la labor (el calvo era más bien espectador, pero estaba animado también).
De pronto, mi hermana se acercó a la puerta de la cocina que daba a la calle, que ahora estaba abierta, y sin saberlo, activó un mecanismo que hacía que el felpudo se moviera y, del espacio que ocupaba anteriormente, se abriera una puerta y apareciera una escalera corta hacia lo que parecía una planta inferior con luz amarillenta. Mi hermana comenzó a descender por la escalera y junto a ella los demás. Yo no quería dejar la escalera porque tenía la sensación de que la puerta se podía cerrar a nuestras espaldas, pero pensé “qué tontería” y al dar un paso más, efectivamente, en fracciones de segundo, con un golpe seco, se cerró una puerta corredera y metálica tras de mí. Me llevé un susto de muerte. Cuando volví a mirar hacia delante ya sólo pude ver al calvo de lejos, me había quedado sola.
Hasta aquí incluso yo misma me puedo hacer una interpretación medio coherente del sueño, lo grave llegaba a continuación.
Avancé por un ancho pasillo laberíntico, con los techos bajos y antorchas en los muros, y comencé a ver cuerpos, que con horror identifiqué como humanos, colgados de ganchos de las paredes, una cantidad ingente de sangre, intestinos sueltos… Me dio pánico, el corazón se me salía del pecho. Miré a mi alrededor y descubrí dos o tres monstruos deformes que no había duda de que venían a por mí (uno era parecido al ojo de Monstruos SA, pero en versión carne viva sangrante y con las patas más cortas). En serio, hacía años que no sentía ese nivel de angustia. Comencé a correr todo lo que podía, los monstruos se acercaban, pero conseguí saltar por una ventana de tijera que vi abierta. Aterricé en una terraza de lo que parecía el exterior de un castillo. De nuevo estaba al aire libre, pero en una brevísima ojeada descubrí que la terraza no tenía otra salida y que la caída era mortal de necesidad, no se veía ni el fondo. Intenté bajar la ventana de tijera lo más rápido que pude, pero para cuando lo logré uno de los monstruos ya se había interpuesto. Yo apretaba hacia abajo y el monstruo hacía fuerza hacia arriba. De pronto supe que no podría aguantar más la situación, la ventana salió disparada hacia arriba y yo corrí hacia el borde de la terraza. En dos segundos los monstruos me habían alcanzado y me estaban comiendo.

No entiendo cómo mi cerebro me puede hacer estas putadas.

Me desperté tan agitada que el corazón tardó minutos en recuperar su ritmo normal.

Poner los sueños en palabras los desvirtúa, y quizá eso es lo que he intentado hacer contando esto. Supongo que el sueño tendrá alguna interpretación, y me interesa mucho ese tema en general, pero sobre este sueño en concreto renuncio a ella, ya he tenido demasiado.

En compensación por esto, si alguien quiere contar un sueño o pesadilla suya lo leeré atentamente y además le comentaré.

2 comentarios

Iwi -

wau, jejejeje, yo también tengo que contarte cosas, a ver si hablamos. Bueno, y tan grave no ha tenido que ser lo de la jornada laboral cuando estás comentando blogs. ;P
besito, minayita, a ver si te prodigas más, que estás muy perdido

¿alguien sabe si abrirán los bancos estos días en la comunidad de Madrid?

Minaya -

Cariño, es que estás fatal...
Yo no te voy a contar ninguna pesadilla, aunque después de un fin de semana de descontrol total ha sonado el despertador esta mañana y he pensado en lo pringado que soy por tener que trabajar hoy. Cuando me disponía a levantarme con esa mala onda, me he dado cuenta que había a mi lado un cuerpo que repiraba con despreocupación. Lo he mirado y me he sonreído; ¿qué pasó anoche? empiezo a recordar y, de pesadilla, nada. En otro momento te contaré los detalles.
Un besito