Diana
Como le comentaba a Brixta en el post anterior nosotros también vivíamos en el campo y teníamos camadas de perros, pastores alemanes, prácticamente cada año. En una ocasión nos dijeron a mi hermana, a mis primas y a mí que nos podíamos quedar cada una con un perro.
A la mía la llamé Diana. Como iba a ser sólo mía me volqué con ella. De pequeña la llevaba siempre en la canasta de mi bicicleta (rosa, sí). Con sólo seis meses sabía hacer de todo, desde lo típico de la patita, echarse y sentarse hasta truquillos de traer cosas y dar vueltas. Era inteligentísima, una maravilla. Sabía cuando yo estaba triste, teníamos una compenetración fuera de lo normal. En mi casa nunca le enseñamos a los perros a atacar, pero recuerdo que fue increíble lo que pasó una vez. Íbamos de paseo Diana y yo, a pie a esa vez, y vi otro perrillo pequeño muy a lo lejos, ni idea de dónde había salido. Se me ocurrió la genial idea de decirle (la primera vez que salían esas palabras de mi boca): “¡Diana, ataca!” y cogió Diana y echó a correr campo a través a por él, como alma que lleva el diablo. Y yo, asustada, alucinando: “¡Diana, no, no, para, ven!”. Se paró y me miró. Yo creo que pensó: “eres tonta”, y volvió, con le corazón que se le iba a salir y yo igual. Había sido sólo por el tono de voz, me había entendido, eso os da una idea de lo compenetradas que estábamos.
Pues un día, tendría ella seis meses, yo unos once años, desapareció. En mi casa, casi siempre que moría un animal decían que se había perdido para no darnos un disgusto a los niños (qué tontería, pienso ahora). Yo a esa edad ya me había dado cuenta de la estrategia, por eso pregunté insistentemente si se había muerto, pero mi madre me juró que no. Entonces la empecé a buscar, a preguntar a todo el mundo. No lo podía entender, ella no se perdía… Durante un tiempo dediqué varias horas al día a dar vueltas con la bicicleta a buscarla. Llegué a ir tan lejos como nunca antes había estado, pero nada. La llamaba y la llamaba, y nada.
Se me acabó pasando, pero nunca más quise encariñarme tanto con un perro. Sí, los quería a todos, pero por encima.
Pasó el tiempo, yo ya iba a la universidad y tenía coche. Un fin de semana fui de visita a mi casa y conducía sola, por gusto, cerca del río, descubriendo rincones que desconocía. Llegué hasta el mismo margen del río y me bajé para verlo mejor.
Entonces escuché unos gemidos y unos ladridos cortos, de perro. Algo se despertó dentro de mí, busqué y a lo lejos vi un perro que saltaba sujeto a una tensa cuerda larga… ¡era ella! No cabía duda, su carita pequeña, sus ojillos negros… y yo “¡Diana, Diana!” y ella que daba saltos. Vaya que si me reconoció… No puedo evitar emocionarme al recordarlo. La abracé, lloré… De pronto noté que hacía unos extraños, a pesar de todo el tiempo que había pasado me di cuenta de que lo que hacía no era normal, me quería decir algo… La dejé hacer. Me llevó hasta una caseta junto al invernadero derruido al que estaba atada, y me lo enseñó: tenía un perrito, uno solo, negro y ciego.
Me fui a mi casa, dispuesta a pedirle explicaciones a mi madre. Resulta que mi tío se la había regalado al dueño de un invernadero de claveles que había junto al río. No se había muerto, pero tampoco me dijeron la verdad. Le dije que quería recuperar a la perra y me dijo que no podía quedármela, que la perra era de ese hombre y que yo estaba en la universidad y tampoco podía cuidarla, que ella no estaba acostumbrada a estar en un piso.
Me resigné temporalmente mientras pensaba en una solución.
La siguiente vez que fui a mi casa lo primero que hice fue ir al invernadero. Diana no estaba. Busqué al dueño. Diana había muerto, porque como estaba atada, el río se había desbordado y había muerto ahogada.
Nunca los perdonaré: a los demás por razones obvias, a mi madre por haberme mentido y por haberme dejado buscarla tanto (ella dice que prefería eso a que me peleara con mi tío –total para nada, con el tiempo acabé enfadándome con él por otros motivos-).
Hijos de puta todos.
7 comentarios
macorina -
sonia -
hierba -
iwi -
Tiene que ser un trago muy amargo lo que le pasó a tu hermano. No quisiera verme nunca en una situación similar.
Tampoco sabemos si los que entraron a robar eran de los que tienen, porque hay gente que ha convertido la delincuencia en su forma de vida (profesionales, que los llaman). Lo que le hicieron al perro no tiene nombre, qué pena, pobrecillo.
Como tengo planeado irme a vivir al campo a medio plazo había pensado en volver a tener perro. Tu historia me ha hecho reflexionar un buen rato. Lo peor es pensar que le pueda pasar algo similar. Quizá lo mejor sea tener a varios, para que se protejan los unos a los otros.
gurb -
un hermano vive en esa casa y hasta hace pocos meses tenia un perro que era una joia, cruze de rotbailer y labrador lo recupero de una perrera municipal. una joia, muy noble. yo solia ir a buscar setas con él, recorria con él los campos y parajes donde de pequeño jugaba y fantaseaba.
hace pocos meses entraron a robar en la casa y al perro le hecharon gas lacrimogeno en la cara. mi hermano lo inetento todo y se dejo una pasta pero el perro no se podia recuperar y sufria muchisimo. asesorado por el veterinario lo mejor que se podia hacer era lo de la puta inyección. le dije a mi hermano que ya lo haría yo (sabia del aprecio que se tenian ambos), pero mi hermano se nego y dijo que tenia que hacerlo el.
vi como mi hermano acompañaba al perro al veterinario, lo estiraba en la camilla y lo acariciaba. quiso ser él mismo quién clababa la inyección y permanecio al lado del perro hasta que expiro del todo. evidentemente con lagrimas en los ojos.
nunca olbidare ese dia y lo muche que valore a mi hermano (durante unos dias no supimos de él).
y por otro lado, aunque me pese, devo aceptar que los que "no tienen" estan en el derecho de quitar a los que "si tenemos". pero no lo que le hicieron al perro. y cuando recuerdo la cara de mi hermano y el sufrimiento del perro tengo que reconocer que quiero pillar a los que hicieron eso, atarlos a un arbol y hacerlos sufrir tanto o mas de lo que sufrio el perro.
mi hermano evidentemente no quiere saber nada de volver a tener un perro.
(ruego disculpes la libertad que me he tomado en soltar un comentario tan largo, mira la cosa ha ido saliendo...)
Brixta -
No me extraña que no los hayas perdonado. Yo no podría tampoco.
omanero -
Y hay una cosa que no puedo evitar: revolverme cuando veo cómo tratan a los animales.