Las putas entradas
(¡Ya tengo las entradas para el concierto de Björk!)
El hecho de haber comprado las entradas para el concierto de Björk, que para mí es lo más, (creo que ahora mismo no hay nadie a quien desee más ver en directo, quizá sólo Antony and The Johnsons, pero en menor medida), me ha recordado un patético episodio de mi vida que no termino de olvidar. Bueno, es una tontería, pero a mí en su momento me importó mucho.
Ahora que caigo, esto nunca se lo he contado a nadie, por lamentable seguramente, así que aprovecho el momento catártico y el (cada vez menor) anonimato que me ofrece este blog, y me animo a ello. Así que coged la mantita y un café, que os voy a contar una triste historia que pasó hace mucho, mucho tiempo:
Me gusta esa sensación de temor a que al final pase algo y te pierdas el concierto porque no terminas de creerte que vas a ver a alguien que te hace tanta ilusión. Hacía tiempo que no la tenía, ilusión digo, no sé si porque con los años pierdes entusiasmo o simplemente porque te quedan menos sueños por cumplir.
El hecho de haber comprado las entradas para el concierto de Björk, que para mí es lo más, (creo que ahora mismo no hay nadie a quien desee más ver en directo, quizá sólo Antony and The Johnsons, pero en menor medida), me ha recordado un patético episodio de mi vida que no termino de olvidar. Bueno, es una tontería, pero a mí en su momento me importó mucho.
Ahora que caigo, esto nunca se lo he contado a nadie, por lamentable seguramente, así que aprovecho el momento catártico y el (cada vez menor) anonimato que me ofrece este blog, y me animo a ello. Así que coged la mantita y un café, que os voy a contar una triste historia que pasó hace mucho, mucho tiempo:
No era para ver a Björk, era para otra cantante cuyo nombre no voy a desvelar porque no es necesario. Se prodigaba muy poco en general. Hubiera pagado lo que fuera por asistir a uno de sus recitales, pero era imposible pillarla, siempre daba los conciertos en salas muy pequeñas y yo llegaba tarde para las entradas o coincidía con algún evento importante que no podía posponer, o directamente pasaba largas temporadas en que no pisaba Europa.
Llevaba años detrás de ella, siguiéndole la pista, suscrita a su newsletter, esperando la ocasión. Era una de las cosas que más ilusión me hacían.
Yo tenía todos sus discos, algunos difíciles de conseguir (discos que, por cierto, he perdido durante mi última “"mudanza"" ). Sus canciones habían sido parte importante en los comienzos de una relación que tuve mucho tiempo atrás, y nos acompañó durante esos años. A quien más le gustaba era a mí, pero a ella, llamémosla M., también. El estilo era intimista y romántico, del tipo de canciones con significado que acabas recordando asociadas a determinadas situaciones y personas, de ésas de poemas cantados que te llegan dentro.
Y llegó el momento, pero demasiado tarde.
Nuestra relación daba los últimos coletazos. Ella no terminaba de aclararse y yo permanecía en un estado ansioso que rozaba la patología. Nada nuevo bajo el sol. A esas alturas ya nos habíamos separado, y yo vivía en Madrid (aquí se ve que es donde vengo a olvidarme de otros sitios y algunas personas), mientras ella permanecía en nuestra ciudad de origen, pero todavía, de tarde en tarde, cada vez en intervalos más espaciados, nos seguíamos “viendo”. Era la época en que habíamos “quedado como amigas”.
Entonces fui de las primeras que se enteró de la noticia: habría un concierto de esta cantante en una sala de Madrid unos tres meses después. Emocionada, nerviosa por la ligera posibilidad de la negativa, llamé a M. para decírselo. Que ella viniera al concierto significaba también, y yo lo sabía, que se quedaría a dormir en mi casa, con todo lo que ello implicaba. Ella también se mostró ilusionada y estuvo de acuerdo en que las comprara. Yo la invitaba, y me gasté el dinero que no tenía en los mejores asientos.
Los días pasaron, y la relación degeneró aún más, si ello era posible. El momento de comprar las entradas había sido tan sólo un intervalo dulce en lo que a ojos vista constituía un infierno. Las discusiones, telefónicas en su mayoría, sólo hacían constatar que aquel “ser amigas” era un estado ilusorio.
El día del concierto se acercaba y yo llegué a intuir que podía decirme que no venía, pero no la creí capaz. Ella no tenía otros compromisos, era un viaje acordado mucho tiempo atrás, yo me había gastado una pasta y, sobre todo, no me podía hacer aquella putada, con la ilusión que me hacía.
Llevaba años detrás de ella, siguiéndole la pista, suscrita a su newsletter, esperando la ocasión. Era una de las cosas que más ilusión me hacían.
Yo tenía todos sus discos, algunos difíciles de conseguir (discos que, por cierto, he perdido durante mi última “"mudanza"" ). Sus canciones habían sido parte importante en los comienzos de una relación que tuve mucho tiempo atrás, y nos acompañó durante esos años. A quien más le gustaba era a mí, pero a ella, llamémosla M., también. El estilo era intimista y romántico, del tipo de canciones con significado que acabas recordando asociadas a determinadas situaciones y personas, de ésas de poemas cantados que te llegan dentro.
Y llegó el momento, pero demasiado tarde.
Nuestra relación daba los últimos coletazos. Ella no terminaba de aclararse y yo permanecía en un estado ansioso que rozaba la patología. Nada nuevo bajo el sol. A esas alturas ya nos habíamos separado, y yo vivía en Madrid (aquí se ve que es donde vengo a olvidarme de otros sitios y algunas personas), mientras ella permanecía en nuestra ciudad de origen, pero todavía, de tarde en tarde, cada vez en intervalos más espaciados, nos seguíamos “viendo”. Era la época en que habíamos “quedado como amigas”.
Entonces fui de las primeras que se enteró de la noticia: habría un concierto de esta cantante en una sala de Madrid unos tres meses después. Emocionada, nerviosa por la ligera posibilidad de la negativa, llamé a M. para decírselo. Que ella viniera al concierto significaba también, y yo lo sabía, que se quedaría a dormir en mi casa, con todo lo que ello implicaba. Ella también se mostró ilusionada y estuvo de acuerdo en que las comprara. Yo la invitaba, y me gasté el dinero que no tenía en los mejores asientos.
Los días pasaron, y la relación degeneró aún más, si ello era posible. El momento de comprar las entradas había sido tan sólo un intervalo dulce en lo que a ojos vista constituía un infierno. Las discusiones, telefónicas en su mayoría, sólo hacían constatar que aquel “ser amigas” era un estado ilusorio.
El día del concierto se acercaba y yo llegué a intuir que podía decirme que no venía, pero no la creí capaz. Ella no tenía otros compromisos, era un viaje acordado mucho tiempo atrás, yo me había gastado una pasta y, sobre todo, no me podía hacer aquella putada, con la ilusión que me hacía.
Pues sí, lo hizo, me dijo que no venía, y se esperó al ultimísimo momento, sólo por joderme.
En cualquier otro caso, cualquier otra cantante, me hubiese buscado a alguien más con quien ir, pero esa vez no podía, hubiera sido demasiado duro.
Qué bonita escena, yo en mi salón, con mis entradas encima de la mesa, a la misma hora en que se suponía que comenzaba el concierto.
Si necesitaba alguna constatación más (que no) de que la relación estaba muerta, fue aquella. Pero relación de todo tipo.
Guardé las entradas, no sé por qué, quizá como recordatorio de mi agonía, en un acto de masoquismo.
Esa cantante ya no me volvió a hacer tanta ilusión. No digo que un día, si coincide y actúa cerca de donde viva, no vaya a verla, e igual me gusta, y me sienta bien por darme cuenta de mi nueva vida y todo lo que dejé atrás, pero ya no la buscaré.
En sucesivas mudanzas, las entradas aparecían en carpetas de papeles, y cuando, entre una caja de cartón y otra, descansaba de empaquetar, siempre tenía un instante en que me paraba a recordar aquel momento.
En la última mudanza las volví a encontrar y las tiré.
En cualquier otro caso, cualquier otra cantante, me hubiese buscado a alguien más con quien ir, pero esa vez no podía, hubiera sido demasiado duro.
Qué bonita escena, yo en mi salón, con mis entradas encima de la mesa, a la misma hora en que se suponía que comenzaba el concierto.
Si necesitaba alguna constatación más (que no) de que la relación estaba muerta, fue aquella. Pero relación de todo tipo.
Guardé las entradas, no sé por qué, quizá como recordatorio de mi agonía, en un acto de masoquismo.
Esa cantante ya no me volvió a hacer tanta ilusión. No digo que un día, si coincide y actúa cerca de donde viva, no vaya a verla, e igual me gusta, y me sienta bien por darme cuenta de mi nueva vida y todo lo que dejé atrás, pero ya no la buscaré.
En sucesivas mudanzas, las entradas aparecían en carpetas de papeles, y cuando, entre una caja de cartón y otra, descansaba de empaquetar, siempre tenía un instante en que me paraba a recordar aquel momento.
En la última mudanza las volví a encontrar y las tiré.
16 comentarios
Anna -
iraultza -
Alber -
Justo el día quince de julio es mi cumpleaños. Aún no sé si tendré que trabajar o qué me pasará ese día, pero me lo voy a apuntar en el calendario con letras mayúsculas. Jijiji.
bss.
Brixta -
gurb -
gurb -
Nada, al peo con las entradas, estas ni para la reventa.
Omanero -
Cucha, ¿tienes el disco nuevo? Ahora han sacado la versión en cartoncillo, que tengo entendido que es la que mola...
Iwi -
minaya, "las diabólicas" sí las he visto, las otras no, pero me las apunto. y al concierto no te llamé entre otras cosas porque... ¿tú no vivías en Francia en esa época?
alber, bjork da concierto gratis en segovia el 15 de julio, te lo digo porque igual desde Zaragoza no te pilla tan lejos, aunque no sé. Yo no tengo el Volta, pero sí un amigo, jejejejeje.
besos.
Alber -
Bueno, la vida no se acaba. A mí me pasó hace tiempo algo parecido. Las situaciones no entienden de edades, será que todo lo hemos visto en alguna película.
Por cierto, yo no creo que las respectivas personas avisasen en el último momento por joder: ya tienen bastante con ser tan cobardes. Hay de quien no se puede esperar más.
Besotes.
Minaya -
Respecto de este post, no te voy a perdonar que te quedases con las entradas y no me llamaras aunque fuese en el último momento; también yo me quedé a las puertas de uno de sus conciertos, pero yo aún no lo he superado, así que retómale la pista que el próximo viaje bien podría tener como excusa ir a verla a cualquier sitio (y no me digas a México!!!).
Un beso.
sonia -
P.D: A mi tampoco me gusta Bjork, aunque reconozco que la he oido poco.
iwi -
Y me hace gracia que detestes cordialmente a Björk, pero tú entiéndelo, todos tenemos nuestras debilidades.
Malayerba, no te puedes imaginar lo bien que me sentí haciéndolo. abrazo ;)
malayerba -
Salarino -
Salarino -
Y esas entradas de concierto, pues en la basura están muy bien. Ánimo, de verdad.
(¡Yo también querría ver a Antony and the J!)(Detesto cordialmente a Bjork)
Abejita -