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weblog de Iwi

Qué fue de... la niña china adoptada.

Esta historia está basada en hechos reales (y tanto).
El post ¿Anónimas? - 1 , y los acertados comentarios que lo acompañan, me la recordaron. No la conté allí por ser demasiado larga.

En mi vida nunca había tenido cerca un caso de persona adoptada, por lo que no me había llegado a plantear su trascendencia. Hasta que no tuve una novia que era adoptada no me di cuenta de las implicaciones que esta circunstancia podía llegar a tener. Esta ex mía estaba muy afectada por el hecho de que había sido adoptada por padres muy mayores, en la cincuentena, para que ella “los cuidara cuando fueran mayores”. Siempre decía que se debería prohibir que padres tan mayores adoptaran niños, porque luego el abismo generacional era insalvable.
Tiempo después de esta relación, recibí la noticia de que una familiar lejana iba a adoptar una niña china. Yo recordaba a esta familiar como una señora algo mayor, pregunté y, efectivamente, tenía cincuenta y seis años. Tras esta información, y conociendo a la señora en cuestión, y sobre todo a su marido, yo no auguraba nada bueno.

La llamaremos Adela:

Adela, ama de casa, estaba casada con Fermín, cerrajero, autónomo, y algunos años mayor que ella. Ambos disfrutaban de una posición económica desahogada.
Fermín no podía tener hijos, pero Adela tampoco los deseaba, y en el fondo se alegraba de esa esterilidad, ya que le había permitido llevar una existencia mucho más cómoda que la mayoría de sus amigas. Los dos estaban acostumbrados a salidas nocturnas con otros matrimonios de su edad, a cenas y bingo, y a Adela, que tenía un nulo instinto maternal, no le apetecía cambiar ese estilo de vida por nada del mundo. Prueba de ello es que nunca, a lo largo de los treinta años que llevaban casados, se habían planteado seriamente la idea de adoptar un hijo. Sin embargo, Fermín alguna vez había sugerido, aunque sin demasiado ahínco, que no le hubiese importado ser padre.

Entonces, algo ocurrió que hizo que Adela, a su edad, cambiara de idea respecto a la circunstancia de su maternidad. Adela descubrió que Fermín le era infiel. Pero no de una manera esporádica, como había constatado en ocasiones anteriores y sobre las que prudentemente había hecho la vista gorda. Ahora se trataba de una amante estable, y Adela sintió miedo a perder a Fermín, o más bien a que se fuera al garete su matrimonio y, junto al mismo, esa vida que se habían construido. Pero, sobre todo, temía perder su casa, puesto que, como no tenían hijos, era muy posible que si se separaban, el piso, grande y en un barrio bien considerado, se lo quedara él.
Y es que hacía mucho tiempo que la convivencia se basaba en aguantarse el uno al otro, sin pizca ya de la más mínima pasión o deseo.

Una bombillita se encendió en la cabeza de Adela, alentada por la moda de adoptar niñas chinas que había comenzado tras la emisión en televisión de un documental sobre el lamentable estado en que se encontraban los niños en los orfanatos de China.
Adela pensó que Fermín, ilusionado ante la llegada una criatura, se olvidaría de amantes y de buscar distracciones fuera de casa.

Así fue como iniciaron los trámites de adopción establecidos por la Comunidad de Madrid, donde residían. Diversos funcionarios comprobaron sus cuentas bancarias y sus bienes en repetidas ocasiones, y los sometieron a diferentes análisis psicológicos, que milagrosamente pasaron.
Tan sólo hubo una objeción, que era la edad de los futuros padres, por lo que después de casi un año de espera, Adela veía peligrar su plan. La psicóloga encargada de dar el visto bueno se debatía ante la duda. Afirmaba que, si finalmente daba el permiso, sólo podrían adoptar una niña mayor, de unos seis años al menos. Adela se alegró para sus adentros, cuanto mayor fuese la cría menos trabajo les iba a dar. Sin embargo, en el último momento, la psicóloga dijo que no, que eran demasiado mayores. Entonces, la familiar designada como tutora en el supuesto caso de fallecimiento de los padres, se encaró con la psicóloga y le dijo que por muy mal que estuviese la niña en España, mejor estaría que en orfanato chino, que niños tan mayores no los adoptaba nadie y que, si no daba el permiso, sobre su conciencia caería haber privado a una niña de una educación y una vida en condiciones. La psicóloga, reblandecida, accedió.

Y allá que se fueron a China, en un avión fletado especialmente para padres que iban a recoger a sus niñas chinas. Por supuesto, ninguno de los dos disfrutó del viaje, ni de los paisajes rurales, ni de la comida, que les pareció asquerosa, ni de nada. No tenían interés por conocer nada fuera del pequeño mundo al que pertenecían.

En el orfanato se encontraba la que posteriormente sería llamada Almudena.
Almudena, a sus seis años de edad, contaba ya con una historia más que triste. A los tres años fue abandonada por su madre en la estación de autobuses de la capital de la provincia agraria de donde era originaria. La ingresaron en un orfanato, donde, al ser una de las niñas más mayores, pronto se encargaría de cuidar a otros niños. En el orfanato la comida no era el bien más abundante, y Almudena llegó a encontrarse a sí misma bebiendo a escondidas de los biberones de los bebés, a los cuales en más de una ocasión vio morir de hambre en sus brazos.
A su edad, por supuesto hablaba a la perfección su idioma materno, que no era el mandarín, sino un dialecto propio de esa provincia agraria.
Dueña ya de una vida, miserable, pero su vida al fin y al cabo, no quería ser trasladada de ese lugar que se había convertido en su pequeño hogar, ni ser puesta en manos de unos desconocidos con los que le era imposible comunicarse.

El encuentro fue duro, Almudena recurría constantemente a la violencia para hacerse entender, y disponía de tal fuerza física que sus nuevos padres pensaron que, aunque bajita, la niña probablemente contaba con más edad de la que les habían hecho creer.
Además, la niña, casi de inmediato, prefirió al padre antes que a la nueva madre, porque recordaba el momento de ser abandonada por su madre y instintivamente recelaba de las mujeres, según explicaron los psicólogos.

Los primeros meses de Almudena en Madrid fueron muy difíciles, con violencia física por su parte en muchas ocasiones, y Adela, que era quien más se ocupaba de ella, empezaba a desesperar y requería la ayuda de todo el que estuviera cerca. La niña mostraba un odio visceral hacia la madre y ésta, totalmente falta de recursos y de verdadero interés en el que claramente era un caso difícil, se veía desbordada.

A los seis meses de estar en Madrid, Almudena aparentemente se había calmado y comenzaba a integrarse, aunque aún no parecía dominar bien el idioma, según contaban los padres. Todos estaban de acuerdo en que tenía muchísimo genio y un carácter difícil.

Yo la vi por primera vez por aquel entonces. Durante un rato pude estar a solas con ella, mientras la madre recibía en el salón la visita de los que venían a conocer a la niña, una vez que ésta por fin estaba “domada” y podía ser presentada en sociedad.
A solas con ella, en su habitación, pensé en contarle un cuento, con ilustraciones, para que fuera aprendiendo vocabulario. Le empecé a mostrar el cuento, ella asentía y parecía encantada con la actividad. En un momento dado, apareció el dibujo de un erizo, y yo le dije: “Esto es un erizo”, “Eriiizo”, a lo que ella me respondió, en un castellano perfecto: “Yo he visto uno de ésos”. La miré estupefacta. Continuó, de corrido: “Yo sé lo que es, vi uno en China, en el campo, cuando estaba con mi madre, con mi madre verdadera, no con ÉSA”, apuntando con la cabeza hacia el salón donde la madre explicaba cuán fantástica era la maternidad. Tal cual, y el “ÉSA” dicho con un desprecio infinito. Muerta me quedé. Sólo pude decir “Ah, ¿sí?”. “”, me respondió contundente, y continué con el cuento, pero pensando “vaya adolescencia le espera a ésta…”.

Lamentablemente, los padres se negaron a que Almudena mantuviera su idioma, quizá prueba de que no había llegado a España de bebé, sino como una niña ya criada, y porque lo consideraban de clase baja. Aunque, probablemente, si no le permitieron seguir con el chino no fue por que se integrara mejor, sino porque Fermín, facha de los que ya no quedan, quería una niña completamente española y se avergonzaba del chino. Para él, los ojos rasgados no existían, no por igualdad, sino por negación, porque no pudieron conseguir una niña de otra nacionalidad.

(A estas alturas, Almudena ya apenas habla chino, y es una pena, puesto que ese dialecto en concreto hay muy pocas personas en España que lo hablan, y sólo habiendo mantenido el idioma podía haber tenido un futuro casi asegurado, sobre todo pensando en la importancia económica de China, que seguramente se incrementará con los años).

Así las cosas, Almudena, en un claro ejemplo de problema de identidad, de pronto renegó de todo lo que tuviese que ver con China, volvía la cara cuando se cruzaba con chinos por la calle, y en una ocasión, cuando emitían un partido de fútbol por televisión en el que uno de los equipos era Corea, se levantó y apagó el televisor.

Los padres también negaron que tuviera ningún problema psicológico y pronto prescindieron de la psicóloga que tenían asignada.

El tiempo pasó. Ocho años pasaron.
Y como todos podéis imaginar, el hecho de haber adoptado una hija no arregló el matrimonio de Adela y Fermín, tan sólo pospuso el momento de la crisis. No sólo no los unió más, sino que la niña, en principio pretendido punto de unión, se convirtió en motivo de peleas y acusaciones. Almudena no quería a la madre ni en pintura, y a diario terminaban discutiendo por cualquier motivo. Fermín, hastiado por el ambiente familiar, paraba menos por casa, y Almudena acusaba a Adela de ser la causa de la ausencia del padre. Llegó el punto en que era Adela quien ponía todo el interés, del que era capaz, que no era tanto, en el cuidado y educación la niña, mientras que Fermín, desilusionado tras las primeras expectativas, se desentendía totalmente.
La convivencia fue degenerando hasta tal punto que llegaron a utilizar la violencia física, todos contra todos. La pérdida de respeto era total.

Fermín continuó teniendo amantes, y de nuevo una de ellas llegó a ser fija. Fermín le planteó la separación a Adela y a ésta se le vino el mundo encima. Tal como estaba la situación, siendo Almudena una niña lo suficientemente mayor como para poder dar su opinión ante un juez e inexplicablemente prefiriendo al padre, Fermín se quedaría con la custodia, que iría acompañada del hogar familiar, con lo que Adela se encontraba con más de sesenta años, sin trabajo y en la calle. Durante algunos meses intentó desesperadamente dar con una solución, pero fue en balde. La situación era insostenible y el ambiente tan agobiante que Adela, por primera vez, empezó a plantearse la separación como un alivio.
Finalmente, Adela se fue a vivir a la casa del pueblo, la que fue de sus padres y ahora pertenecía a ella y a sus hermanos, y Fermín se quedó el piso. Inmediatamente, tras la salida de Adela, su amante se trasladó a vivir con él.
Sin embargo, Almudena, ahora en plena adolescencia, continuaba siendo una niña difícil que no aceptó de buena gana la presencia de la intrusa.
A la amante, cuando vio el ambiente familiar, le faltó tiempo para salir por patas, y Fermín, que se las había visto muy felices sustituyendo a Adela por otra más joven, se vino abajo, ya que por él mismo era incapaz de llevar un hogar y no sabía ni siquiera cocinar. Además, tenía que trabajar, muchas veces de madrugada, porque era cerrajero de emergencias, por lo que Almudena pasaba mucho tiempo sola.

Ahora Fermín, siempre que puede, cada puente y casi todo el verano, manda a la niña al pueblo con la madre. Ambas siguen sin soportarse y Almudena se ha vuelto intratable.
Por fin se han dado cuenta de que la niña, que padece de obesidad, necesita un psicólogo, pero ahora es la niña la que no quiere ir, y “cualquiera lleva a la niña”.
Adela afirma, sin dudarlo, que se arrepiente de haber adoptado a Almudena.

5 comentarios

coco -

Es dificil adoptar? Bueno aun soy joven pero me.gustaria adoptar alguna vez.

himi -

Yo os contare otra cosilla soy chinita adoptada.Los actuales españoles aunque mas raros que un perro verde son buenos. Pero los anteriores joder. Apenas un año de edad me adoptan unos japoneses, me devuelven a las pocas semanas alegando que no pueden cuidarme apropiadamente (segun llego a mis orejas mas bien es que en japon se ve mal a los chinos y ellos le saltaba y no querian), leugo unos franceses mas crecidita yo con unos 7 años 2 semanas despues de adoptarme. Me dan un ultimatun o aprendo frances y me devuelven. Y lo hacen no se ni como. Y los actuales los españoles, se comieron ellos si que a un niña dificil. Todo y digo todo lo malentendia, no hablaba español pero a mala uva etc. Yo ya pensendo haber cuanto le dura a estos la moda. Bueno solo queria escribir esto para que vieran el punto de vista de un experta en ser adoptada

Anna -

Esto sí que es un relato de terror. Lo has contado tan bien que me lo puedo imaginar perfectamente y se me ponen los pelos como escarpias. Ójala Almudena encuentre la paz algún día.

Salarino -

Interesantísima historia, Iwi. Yo también tengo un post pendiente sobre el tema, acuciado por las historias que hablamos en el blog de Óscar. Desgraciadamente, hay muchos casos con características similares a lo que has comentado (digo "muchos" porque conozco unos cuntos)
El rechazo a la cultura, raza o país de origen es bastante común; puede sonar surrealista, pero conozco a una chica de origen boliviano, adoptada por una familia "bien" que está metida (a sus dieciséis años) en grupillos ultras, de índole racista, ante el pasmo y el espasmo de sus padres.
Lo de adoptar como parche a una relación también es tristemente rfecuente, pero en descargo de los que se encargan de repartir idoneidades hay que decir que es muy complicado averiguar q hay detrás de unos padres ansiosos por adoptar.

malayerba -

Qué historia tremenda.