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Consumo estratégico: cómo cambiar el mundo con lo que compras.

Consumo estratégico: cómo cambiar el mundo con lo que compras.
Compra un futuro mejor

(Resumen del artículo publicado por Alex Steffen, mi optimista gurú del cambio climático, el 26 de marzo, en www.worldchanging.com)

Siento la redacción un poco básica y patatera, no tengo mucho tiempo, pero me parecen unas opiniones interesantes y quería dejarlas aquí para la reflexión durante estos días. La cosa es quedarse con la idea.

El fin de semana pasado se celebró en Vancouver EP!C , una expo sobre la sostenibilidad.

Éstas son las impresiones de Alex Steffen tras la misma:


No se puede comprar un futuro mejor, no ése verde brillante que todos deseamos (uno sostenible, es decir, un futuro que tenga futuro en sí mismo), no importa el dinero que estés dispuesto a gastar.
Puedes hacer esfuerzos heroicos, pero por el momento es imposible llevar un estilo de vida de consumidor norteamericano y no dañar el medio ambiente.

Puedes comprar sólo comida ecológica, productos reciclados y vestir fibras naturales, que no llegarás al objetivo. Puedes incluso cambiar tu coche por uno híbrido, disponer de depósitos de agua de lluvia y hacer funcionar tus aparatos eléctricos con un molino de viento, y aún así no llegarás. Todo debido a que la basura asociada con el consumismo es masiva y porque los sistemas fuera de tu control de los que dependes directamente (desde las carreteras locales, pasando por el ejército, hasta las líneas de montaje de tu coche, tus depósitos de agua y tu molino de viento) son todavía profundamente insostenibles. No puedes comprar la reducción de tu huella ecológica, lo más que puedes hacer es empujar al mercado en esa dirección.

La realidad es que tan sólo un cambio masivo del sistema nos ofrece la oportunidad de evitar las catástrofes que se avecinan. Las cremas exfoliantes naturales no producen realmente mucho cambio en el mismo. De hecho, la gran mayoría de los productos verdes que nos rodean son, como mucho, una forma de publicidad de la idea de que deberíamos vivir de una manera sostenible, una especie de terapia al ir de compras para la culpa ecológica.

Hubo un tiempo muy divertido cuando reclamábamos que ecología y diseño podían ser sinónimos, pero eso fue hace una década, cuando sabíamos menos y podíamos hacer menos. Ahora el boom de los productos verdes está ocultando el mensaje más importante de todos:  el producto más sostenible es el que no compras.
 

¿Deberíamos abandonar la idea de emplear nuestro dinero en productos que puedan hacer algún bien? Absolutamente no, pero necesitamos empezar a hacerlo mejor y comprar de manera que produzca impacto. Necesitamos empezar a practicar el consumo estratégico.

¿Qué hace que un consumo sea estratégico? La multiplicidad de niveles.
Lo ideal es comprar productos que no sólo cumplan su objetivo de manera más sostenible, sino mandar al mercado señales que, a través de la economía, se traduzcan en unos cambios del sistema más significativos.

Si queremos ver estos cambios, deberíamos seguir cinco estrategias, ordenadas por orden de importancia:

1) Por defecto, verde
Cuando existan alternativas relativamente equivalentes, por rutina elegir siempre la que sea más verde, incluso si su impacto es mínimamente menor (por ejemplo, elegir papel higiénico reciclado siempre que sea posible). Esto no producirá un cambio masivo, pero ayuda a consolidar las ganancias de los productos verdes.
También deberíamos esforzarnos para conseguir que los productos claramente nocivos para el medio ambiente, como las maderas cortadas directamente de bosques tropicales o los productos de limpieza del hogar con contenidos químicos altamente tóxicos, no se compraran nunca. Eso sería una señal clara al mercado.

2) Ampliar nuestros horizontes temporales
Un gran número de productos verdes aparentemente más caros son buenas inversiones vistos desde la perspectiva del coste a largo plazo. Esto se puede aplicar desde a electrodomésticos (que se amortizarán por el ahorro de electricidad) hasta las alcachofas de las duchas con menor caudal. Éstos son productos de peso, que requieren una inversión industrial importante en su manufactura.
Comprarlos representa una sabia inversión y acelera el proceso de adopción de estándares cada vez más altos.

3) Todo el mundo puede hacer algo
Hay que procurar ser verdes en todos los espacios y aspectos de la vida. Da igual la ocupación, seguro que en el trabajo o hobby todo el mundo puede hacer algo. Cada persona es importante en sí misma, cada idea cuenta.

4) Ser verdaderamente estratégicos
La basura que genera la tecnología representa un problema medioambiental de grandes dimensiones. La investigación en tecnología verde supone una gran inversión, y si el público lo agradece decantándose por esos productos hará que se siga investigando.

5) Inclinar el campo de juego
Si queremos que ocurra un cambio grande, tenemos que comprometernos con movimientos que presionen el comportamiento de empresas e instituciones. Hay que pedir mejores políticas de regulación, invertir en compañías responsables, boicotear a los que se salten las normas, destruir o fortalecer marcas e influir en los medios.

4 comentarios

anita -

genial... la idea, me encanta la actitud de no quedarte de brazos cruzados en queja muda ante aquello con lo que no estás de acuerdo.. de buscar soluciones sostenibles... y proponerlas, y luchar por ellas.. a ver si estás palabras llegan a muchos oidos y tomamos un poco de conciencia de lo que estamos haciendo con el mundo...

me ha llamado la atención una frase de nay.. "uno es lo que ya no podrá volver a ser" mm... sí y no.. me deja pensativa.. :p

sonia -

Normalmente vamos a la carrera y no nos paramos a pensar en lo que compramos. Yo rara vez, miro la fecha de caducidad. Nos falta mentalidad ecologica racional. Pararnos a pensar y sobre todo no ser tan cómodos, como por ejemplo y a comprar con una bolsa de tela como toda la vida, para no consumir tantas de plástico.

nay -

Andaba despistado de visita por la web y de pronto, plofff!, he topado con la tuya (en realidad, esta misma mañana apunté bien la dirección, por fin! )
Tenía ganas de leerte así, con calma y tiempo, para adivinarte entre el engranaje silencioso de las palabras que te conforman...
Va pasando el tiempo a pequeños golpes de segundo, y ahora trato de visualizar tu silueta a través del reflejo mortecino que me devuelve el cristal de la ventana, mientras la vela naranja aguarda sobre la mesa que alguna tarde nos vio llorar.
Comenzamos a recuperar el pulso y las ganas tras ese otro tiempo en que apenas éramos mutismo andante, pendientes tan sólo del tintineo de nuestros pasos al contacto con la gravilla húmeda que regaban nuestras lágrimas.
Pero ya todo aquello pasó, y la primavera en Lavapiés se asemeja tanto al verano, que es fácil perderse en ensoñaciones absurdas de camino a la plaza o al mercado o al bar en que siempre nos reunimos...
Se ha parado el reloj del salón. Bulle la sangre. Callan los pájaros. Tan sólo este silencio que habla. Sobrevivimos por no matarnos a olvido. Porque uno es, básicamente, lo que ya no podrá volver a ser. Las notas de buenos días en la nevera. El leve cosquilleo en los pies al tacto con aquellos otros que ya no son. El tintinear de las luces que terminan por apagarse. El murmullo sordo de la conciencia en las tardes de Domingo azul sin píldoras para dormir. La musiquilla cadente y rugosa de la respiración de quien osa acompañarnos al fondo de no se sabe bien dónde.
Tengo una caja de zapatos llena de deseos que regalar, un par de botellas de vino del bueno que descorchar en días rojos y toda una mochila enorme cargada con caramelos y regaliz que paladear a dúo.
Y esta inmensa certeza de felicidad que me viene rondando desde hace tiempo.
Enumeradas las provisiones, queda tan sólo emprender el viaje. Porque al final, sólo viaja quien regresa.
Bienvenida, princesa!
PD) Seguiremos cerrando los bares, no te quepa duda!
Beso de colores,
nayib.

Salarino -

Muy interesante. Gracias, Iwi, porque me viene de perlas. Hice un trabajo con las criaturas sobre ésto hace unos meses y me ha gustado esta perspectiva, creo que tienes razón, lo único que se puede hacer es mover ligeramente el mercado o los hábitos hacia la sensatez, aunque yo soy hombre de muy poca fe (en el hombre). Creo que, con la incorporación paulatina de los productos ecológicos a los grandes almacenes, etc, al final se están convirtiendo en comida para ricos, y, como siempre, con el tiempo serán los ricos los que coman sano, pero bueno, ésa es otra historia, porque si al menos, se consigue que empresas sostenibles funcionen, pues adelante. Menudo cacao que acabo de contar.