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PEQUEÑO Y PÓSTUMO DESCARGO DE ODIO, DE RENCOR Y DE PENA

año 2002

PEQUEÑO Y PÓSTUMO DESCARGO DE ODIO, DE RENCOR Y DE PENA -email nunca enviado-:

Me he levantado con una sombra sobre mi cabeza. Era María José que me ha estado rondando toda la noche y yo sin saberlo. No le dedicaré las palabras que no merece, por mucho que mis ganas sean de explicarme, de justificarme; ante ella eso nunca dará resultado. El prejuicio que alberga contra mí es más grande que su capacidad actual (o su capacidad en general) de discernir con claridad. Además, su comprensión ya no me reconfortaría más allá que la de otros. Ahora está su vida, su versión de los hechos, y su derecho a tener formada la visión que desee.

En algo sí tuvo razón una vez, en que nunca nos entenderíamos, a pesar de mi cabezonería por que así fuera.
Yo tengo la conciencia tranquila, creo que ella no puede decir lo mismo.
Qué amor más ingrato, hasta el último momento...
Hubo un momento a partir del cual se dedicó a hacerme sentir como una mierda. En realidad siempre lo había hecho, ahora me doy cuenta, pero al menos, antes, era más sutil.
Me ha hecho pagar el error de su compañera de piso con sangre, (y el "error" de existir casi con mi vida). Ojalá nunca le hubiese pedido perdón por nada. La vez de la compañera de piso le pedí perdón sin sentirlo; yo no pensaba que hubiera hecho nada malo. Ojalá hubiéramos terminado para siempre la relación entonces.
Ya da igual.
Últimamente me decía que yo no tenía derecho a exigirle. Nada. Ni siquiera eso. Supongo que todavía sigue ese pensamiento en su mentecita cuadriculada. Yo entendí que como pareja no tenía derecho, pero sí como amiga y en eso no podía extirparme de mi cabeza, no digo un principio que yo tenga, sino un principio básico de las relaciones entre personas. Todos tenemos derecho, por ejemplo (es un ejemplo ficticio, una comparación, pero para que te hagas una idea), cuando se queda con una persona, a "exigirle" que acuda a la cita. Yo cedería, incluso si se llegara tarde, incluso si no se acudiera pero al menos hubiese una explicación. Pero yo no tenía derecho ni a explicación. Ni a justificación en nada, ni a poner una mala cara, nunca, y sí podía decir no, defender mi terreno, pero debía tragarme la culpa de que lo hacía por resentimiento, aunque así no fuera. Ya eso al final, cuando el vano intento de establecer una amistad. Está visto que no, y es más por ella que por mí. Por lo visto, sigo sin derecho a "explicación", y... yo así no juego. No, ya no. A mí se me dan "explicaciones", y no sólo una, más que a la gente, y se me piden "perdones", cuando es necesario, objetivamente necesario, porque yo valgo mucho, y soy respetable, y quien no lo juzgue así no tiene sitio en mi vida.
Hasta ahora, hasta hoy no me doy cuenta de que la culpa fue suya, que la loca era ella porque qué no tiene que habitar la cabeza de una persona para desquitarse así con otra, para descargar todas sus frustraciones. Y ni siquiera lo sabe todavía. Está bien sostenida en su mundo, en el que está empezando a construir, su carrera recién terminada, su nueva novia, su nuevo piso, su nuevo coche. ¡Qué pena me da! Va a dejarse hasta la última gota de sudor en construir sobre un terreno que no sabe pantanoso. Y cualquier día, el que menos se lo espere, la viga madre empezará a hundirse y, a partir de ahí, todo el edificio. Todavía osaba decirme que yo no le llegaba ni a la suela de los zapatos, que cuando yo iba ella ya había vuelto y que estaba a años luz por delante de mí en el camino por recorrer. Alomejor no sabe que la meta no está tan lejos, que está dentro de ella.
Qué estúpida he sido. Hasta el último momento. Debí darme cuenta de que la dinámica que había adquirido conmigo era irreversible. Cientos, miles de oportunidades le di; al principio, en un vano intento de recuperarla, al final sólo por salvar una amistad, por concederme el regalo de no terminar de destruir aquello que quise tanto. Porque la quise mucho, mucho. Quise salvar su recuerdo, pero ni eso me ha permitido. Ojalá nunca vuelva a tener una relación tan mala. Creo que he aprendido la lección en el sentido de que hay que saber cortar a tiempo, que las flagelaciones tienen su momento y su lugar y que hay que ser generosos en olvido cuando el olvido es requerido. Y debo seguir aprendiendo más sobre puntos medios, sobre equilibrios. Sobre la gente. Y sobre la vida.
Ha sido una relación destructiva desde el principio, aunque yo haya tardado tanto en darme cuenta. Yo antes salvaba el primer año. Eso fue solo la apariencia. Había empezado a destruirme desde la primera noche que me conoció.
No, no tiene su conciencia tranquila. Se escuda en mi sinrazón, en mi pérdida de papeles, en que me obsesioné con ella. Me obsesioné, la verdad. Me obsesioné porque no comprendía, porque no asimilaba y porque estaba perdida. Y enamorada. Y no encontraba otra puerta. Aún así me contuve. No creo que hiciera nada tan grave como para ser digno del castigo que se me infringió, nada tan grave que no hayan hecho muchas personas antes que yo. Y por no poder soportar la obsesión, por no recibir ayuda, por no saber ayudarme a mí misma y porque todo el mundo a mi alrededor parece que se puso de acuerdo para derrumbarse al mismo tiempo, me deprimí. Yo ya había superado otros desengaños amorosos, y sola. No eran las dedicadas a ella las primeras lágrimas de amor que derramaba. Pero a la importancia que yo había dado a esta relación, al peso que le había hecho tomar en mi vida, se unió la circunstancia, a diferencia de otras veces, que el mundo que me rodeaba no favorecía en nada mi recuperación. Ella lo sabía, perfectamente, y me dejó tirada.
No me ayudó nada. Nada. Su técnica fue la distancia. No digo yo que esa no fuera la técnica buena, al menos en un principio, hasta calmar las aguas, hasta que "se me pasase", como dijo ella en alguna ocasión, pero faltó el diálogo. No sólo faltó el diálogo. Me hacía daño. Me seguía utilizando para lo que le convenía, para cosas que requerían esfuerzos grandes por mi parte. Yo me tengo por generosa, en un límite humano, pero generosa, y muchas veces con un gracias me hubiera bastado, lo hubiera olvidado. De todas formas, al final, nunca le he echado en cara nada, al menos a ella personalmente, aunque alguna vez suelta si me haya desahogado con alguien y se lo haya contado (con Elisa, por ejemplo). También lo hago por mí, paso de seguir poniéndome de víctima, como decía María José que yo hacía, alguna vez con razón.
Lo hecho, hecho está; si metí la pata, si me rebajé, ya no puedo borrarlo, lo único que puedo hacer es asumirlo y procurar que no se vuelva a repetir, porque eso, de verdad, no es bueno ni para una ni para la otra persona. Además, que cargue con su culpa, no le pienso quitar ese peso de encima dándole a entender que fueron gestos de persona que desvaría, que los hice porque yo quería; sí, los hice porque yo quería, pero ni ella debía habérmelo pedido, ni haberme permitido que los hiciera, si medio me quería. Y lo peor es que ni me lo agradecía, porque si por lo menos lo hubiera hecho a mí estas cosas se me hubieran olvidado y no estaría hablando ahora de ellas. Y no pedía que se acostara conmigo a cambio, ni mucho menos, ni nada que tuviese que ver con el amor. Con un tratarme bien, con un apoyo sincero y comprensivo me hubiera bastado. Es una desagradecida (no fuera a ser que un gracias, que una atención, cosas que le harías hasta a la gente de la calle, fueran malinterpretadas por mí, (¡qué cara tuvo...!, ampararse en eso para cubrirse las espaldas, autojustificar su egoísmo de esa manera...). No tuvo ni una pizca de comprensión, de tolerancia... Ella misma estableció el tope, las reglas según le convinieron mejor, sin pensar en mí nunca. Y yo sé lo que es dar, normalmente, a alguien que está enamorado de ti y tú no de él, y que esa persona malinterprete, porque me ha ocurrido con otra gente, y lo desesperante que es, pero siempre hay que tener un poso de generosidad, de comprensión, en el fondo de ti, y dar tiempo al tiempo. De todas formas, lo que siempre he clamado es que entendiera que yo no malinterpretaba, porque hay gente que malinterpreta, y cuando estás enamorado casi todo el mundo tiende a juzgar según le conviene, un gesto, una mirada... Pero ése no es precisamente mi caso, y nadie entendió esto nunca, porque yo estoy siempre tan a la defensiva que, incluso que me lo estén dando de verdad, es muy difícil que me lo termine de creer.
Sólo me llevo una victoria, por amarga que me supiese. Fui yo la que dijo no a follar. También me utilizaba en eso y, cuando me di cuenta, me mataba el dolor. A ella le dolió tanto, en su orgullo supongo, que me dijo que nunca más volvería a tocarla. Lo cumplió. Yo tampoco lo intenté más.
Creo que si, en el fondo, no quiere volver a saber de mí es porque le recuerdo lo que ha hecho. Al principio se lo recordaba con mis palabras, intencionadamente. Ella no estaba dispuesta a que nadie le hiciera eso. Lo que ocurre es que hasta eso da igual. Con el tiempo ha ido descubriendo que hasta mi sola presencia, hasta mi sola existencia se lo recuerda, aunque yo no haga nada. A mí me ha costado superar mi parte, o quizá estoy todavía en ello, pero ella no ha superado la suya, y ella no sabe lo del truco de que olvidar, en determinadas circunstancias, no vale. No en cosas tan importantes, no en cosas que llevamos tan dentro, y aunque ella en el fondo no me quisiera o fuera sólo a su manera, no puede borrar que pasó dos años de su vida completamente ligada a la mía, durmiendo cada noche, costado con costado, en la misma cama de noventa. Como ha optado por olvidar completamente, cualquier referencia a mí, cualquier alusión, le recuerda. Por eso no lo soporta. Y opta por culparme, por despreciarme. Está tan susceptible al respecto que cualquier cosa, por nimia que fuera, lo relacionaría. Quizá yo también, pero sólo como residuo del daño que me hizo y de una manera más serena y consciente.
Sé muchas cosas de ella que al final no le he podido contar. Sé que le hubiese podido ayudar, pero ella nunca aceptaría ya ningún consejo válido que procediese de mí, tanto me desprecia, tan perdida cree que estoy. Ella no supo ni la mitad de mi depresión, nunca. Ni mi crisis, ni la historia con Sofía, ni el dolor que me había causado nuestra relación. No sabe el trabajo que me costó, ni lo que he evolucionado. No sabe nada, se deshizo, se desprendió. Se aferra a verdades sabidas, pero ésas son verdades antiguas que ni entonces, pero mucho menos ahora, se corresponden con la realidad.
A veces le deseo que sufra, otras, pienso en lo que la quise y que un poco de ese cariño todavía habita en mí, y deseo que evolucione, que se dé cuenta de las cosas por un camino menos doloroso que el que yo tuve que pasar. Otras, me da igual. Mi curación es que me dé igual. Empiezo a sentir nada por ella y a no plantearme lo que ella pueda sentir por mí.
Se salvaría si llegase a querer a esa novia que se ha echado. Me temo que eso va a costar trabajo. Sobretodo, si se dejase querer por ella. Su problema es que no se deja querer. No se cree merecedora de ello en el fondo. No sabe lo que es la entrega, ni que no se puede querer bien si no te quieres bien. No sé si me entiendes lo que te cuento o me he puesto tan trascendental ya que he perdido la claridad.

Comprender a María José me ha quitado el sueño más de una noche. De todas formas ése es su problema ya, y a mí no me atañe. Ésta ha sido de las últimas (nunca se puede decir la última, pero sé claro que no tengo ganas de más). Quizá me la ha recordado el que anoche estuvimos hablando de estos temas. Y que está muy reciente en el tiempo el incidente de que me colgara el teléfono, que yo he considerado ya el desprecio supremo, y por lo tanto, el último. Ya era por inercia, por curiosidad, por aplicar los nuevos conocimientos a un viejo problema conocido e irresoluble. Un ejercicio mental que no deseo volver a ejercer porque, en los momentos en que baje la guardia, todavía me puede afectar. Porque nadie me había hecho sentir tan poco válida, me había hecho dudar de mis virtudes, de las cosas de las que siempre estuve orgullosa de mí y gracias a las cuales podía sobrevivir en los tiempos malos. Hacía muchos años que nadie me humillaba tanto ni me hacía sentir utilizada, tan poco querida.
Fue una relación tan compleja, tan destructiva... Lo peor es que no me di cuenta a tiempo. Ya dan igual las lamentaciones. La cuestión es que terminó.
Yo debo procurar cuidarme a mí misma. Primero me encontré a mí, y luego te he encontrado a ti y pienso ponerme a construir, pero bien, siendo consciente, y sobre una base sólida.  Nuestras relaciones anteriores deben servir como escuela para aprender a hacerlo mejor.
María José está enterrada para mí y no voy a permitir que se levante ni una sola vez más para atormentarme. No dudo que la experiencia, dentro de lo profundamente amargo, fuera enriquecedora, pero quedará para eso, como lección para tiempos venideros.

4 comentarios

Iwi -

uf, Marta, siento mucho lo qye te ha pasado, pero tienes suerte de haberte dado cuenta tan pronto, si lo piensas cuatro meses es muy poco, y si ya eres consciente es que estás en muy buen camino. Sí, es una experiencia buena para el futuro, auqnue haya costado tanto llegar a ese conocimiento,

marta -

Encontre tu blog a traves del de lucia etebarria. Solo he leido este post y parece escrito por mi... Mi ex chica tambien me trato bastante mal, fueron 2 años que me dejaron hecha polvo. Hasta el punto de perder muchisimo pelo por el estres que me hizo pasar, por esforzarme dia tras dia en "tenerla contenta" ignorando lo mal que me trataba... Hace ya 4 meses que lo dejamos, voy mejor poco a poco, aunque este tiempo me he dado cuenta hablando con gente que en las relaciones chica-chica esto suele ser habitual (aguantamos carros y carretas). Pienso que tenemos suerte de que nos haya pasado algo asi, porque asi aprendemos. Y la proxima vez no creo que mantenga 2 años una relacion que no hace mas que machacarme, ahora se un poquito mejor que hay cosas que se disfrazan de amor sin serlo, y que siempre es mejor estar sola que mal acompañada... frase que hemos oido mil veces pero a la que no haces caso hasta que no lo vives en tus propias carnes.

Iwi -

Nika, a mí me ha costado mucho trabajo, pero he llegado a conseguir establecer una nueva relación muy satisfactoria, optimista, y positiva, nada que ver. Entonces es cuando verdaderamente te das cuenta de lo mala que era la anterior. Es cierto que ha pasado bastante tiempo y es muy importante cómo sea la nueva persona que te tropieces.
Eso no quita, que de tarde en tarde, se me remueva algo por dentro cuando recuerdo lo que pasó.

Nika -

No te puedes imaginar hasta qué punto te entiendo.

Mi anterior relación fue tan destructiva como la tuya. Me costó un año de psicólogo y de terapia de autoestima superarla, y aún, aún quedan vestigios que no me permiten tener una relación normal a día de hoy. Tengo mucho miedo a equivocarme de nuevo y a entregarme de la misma forma a alguien.

Sólo me gustaría saber por qué hacen tanto daño?